Cuando se habla de “inflación”, por lo general, uno piensa a un desequilibrio del mercado,  caracterizado por una subida incontenible de los precios generalmente causada por una aumento desmesurado del circulante o por una incapacidad de los medios de producción de satisfacer la demanda del mercado. Hoy, en cambio, quiero utilizar ese término “inflación” para referirme a una palabra que ultimamente ha adquirido un uso excesivo, asumiendo por eso auténticas caracteristicas inflacionarias, y es “revolución”.

En efecto el presidente Chávez, desde que se hizo cargo de la presidencia, o sea desde hace casi veinte años, en sus alocuciones periódicas siempre hablaba de revolución haciendo mucho énfasis sobre ese proceso “pacífico pero armado” y  que cambiaría  radicalmente, por supuesto según él, en sentido positivo, el orden social y político del país. Sin embargo, a pesar de que los antiguos latinos en su inmensa sabiduría solían decir que “repetita juvant” (repetir las cosas es bueno), yo creo que ese lavado cerebral continuo e incesante que el presidente Chávez primero y Maduro después han venido tratando de hacer, inculcando  en la mente de los venezolanos que aquí hay una revolución en acto, se haya convertido en algo practicamente insignificante, sobre todo cuando no está respaldado por una realidad concreta…

Ahora bien, para evitar malos entendidos, quiero aclarar que una revolución, esa transformación radical del orden social y político de un país,  no tiene que producirse necesariamente a través de una acción violenta, provocando terror y muerte, como ha sucedido en la revolución francesa en 1789, en la revolución rusa en 1917 o en la revolución castrista een 1959. Una revolución puede realizarse perfectamente en forma pacífica y, a pesar de que ese cambio revolucionario, por lo general, conlleva a una drástica modificación del ordenamiento jurídico y constitucional del estado y la llegada al poder de una nueva elite política, todo puede realizarse en el pleno respeto de las libertades primordiales del individuo, cosa que no ha sucedido en Venezuela.

El problema entonces no es “lo pacífico o lo violento” de esa tan cacareada revolución, sino el hecho de que esa  propuesta del chavismo existe solamente en su fantasía, porque los cambios prometidos y los ofrecimientos de trabajo para todos, existen solamente en la fértil imaginación de sus promotores.

La revolución “chavista-estalinista” ha miserablemente fracasado! Los problemas que afligían al país en 1998, no solamente subsisten sino que más bien se han enormemente agravado! Los números, esos escuetos, fríos pero terribles números no mienten! Es un deber ciudadano tomar acto de esta realidad y comportarnos en consecuencia!

Desde Italia –  Paolo Montanari Tigri




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