Es un principio de la filosofía griega que la Iglesia Católica acepta, que entre dos males lo más sensato es tomar el camino del mal menor. Pero también es una verdad de Perogrullo, algo así de que cuando no hace frío es porque hace calor. Los problemas tienden a agudizarse más, a hacerse más engorrosos, cuando las razones o verdades están de lado y lado, están divididas; cuando estas verdades no son absolutas, o no son tan evidentes. Esto obviamente oscurece más las diferencias, y es precisamente lo que hoy está sucediendo en la oposición. Es decir, entre los que están del lado de no asistir a las elecciones convocadas por el estafador CNE dadas las órdenes que recibió de la ilegítima Asamblea Constituyente, y quienes piensan todo lo contrario: que la ruta electoral es el camino más recto, jamás la esencia del problema.
Ahí precisamente está la dificultad, el nudo gordiano, un problema aparentemente sencillo de resolver, pero que puede traer consecuencias no predecibles para conseguir tirar a los rufianes que están embutidos en Miraflores, y que pretenden seguir estándolo hasta que las armas, la represión, las torturas, en pocas palabras, hasta que el establecimiento de la dictadura les dé vida.
Ahora, si partimos del hecho cierto, muchas veces repetido, de que los sectores democráticos no tienen “balas sino votos”, sumémosle a esa realidad las circunstancias genética de que las fuerzas de la oposición no tienen en sus cromosomas inclinaciones de delincuentes, ni de esbirros torturadores, pues, entonces, es evidente que si se plantea la lucha en terrenos distintos a los electorales, o a lo que significa la expresión del pueblo que es donde radica la fuerza arrolladora de los demócratas, lo más probable es que el régimen salga ganancioso de manera holgada.
Difiero, respetando sus puntos de vista, muy válidos por lo demás, con aquellos que se plantean como lugar de honor el hecho de que asistir a las elecciones de gobernadores es abandonar las calles, las protestas contra la dictadura; o que asistir a ese acto electoral es una manera de convalidar un proceso viciado de todo tipo de irregularidades, que de antemano habían jurado no acatar las decisiones que emanaran de esa fulana Constituyente. No, la realidad es que no hay razones para considerar como óbice el hecho de que asistir a ese proceso electoral convocado ahora para el mes de octubre tenga que frenar las manifestaciones de protestas públicas. Muy por el contrario, la participación electoral reactivaría la calle. Renacería el entusiasmo ante la nada despreciable posibilidad de obtener veinte o más gobernaciones de Estado, aunque el Ejecutivo Nacional, o la Constituyente, o como se llame, decapiten a los jefes regionales recién electos.
A propósito quise dejar para el final, en esta nota donde faltó papel y tinta, el tema de la unidad. La unidad es un punto preponderante, incluso más importante que la pulcritud de los miembros del CNE. Sí, más importante que las multitudinarias marchas y plantones de días atrás. Más importante aún que las sinvergüencerías que nacen de las marranadas de la Constituyente, y hasta de las persecuciones e inhabilitaciones de los líderes democráticos.
Finalmente, es un desatino disparar contra la MUD desde la cintura. La MUD, no es otra cosa que la unidad de todos los partidos de la oposición. Por otra parte, ensalzar a esos partidos políticos que son los que le dan sustento a la injustamente vapuleada MUD, es un total contrasentido.