Esta semana se juntaron en Colombia el hambre y las ganas de comer. Por una parte, otro líder izquierdista en busca de un trampolín a la palestra internacional, queriendo algo de protagonismo para participar en el complicado juego de la geopolítica global. Por la otra, ambos bandos de nuestra diatriba doméstica queriendo sacar lo mejor de una mala situación.

Lo de Petro podría parecer inicialmente intrascendente, ya que un amistoso llamado a elecciones libres, con desmontaje de sanciones y demás acuerdos de la Cumbre no suenan como gran cosa. Más de lo mismo, quizás. No mucho que mostrar luego de tanta alharaca, más allá de su agenda particular. Pero si lo ponemos en contexto, la imagen comienza a cambiar.

Casualmente, el canciller ruso Sergei Lavrov estaba de visita por estos lares, afianzando lazos con Lula en Brasil, fuerte aliado en el BRICS y serio proponente del desmontaje del dólar como principal divisa comercial. También visitó los otros sospechosos habituales, como Venezuela, Cuba y Nicaragua en busca de apoyo a su cruzada. Pero ya hace tiempo que Rusia perdió su sitial como potencia, con una economía que no está siquiera entre las diez primeras del ranking y un dilapidado aparato militar que ha dado enormes sinsabores a su máximo líder, en una vergonzosa y prolongada campaña que va de fracaso en fracaso. Haber bombardeado una ciudad rusa por error es el corolario de esta ignominiosa gesta.

El tema de fondo en la cita Bogotana es la energía Venezolana. El mundo entiende que aún falta mucho petróleo y gas por consumir, quizás por todo lo que queda del siglo. En ese escenario, nuestras capacidades son muy apetecidas por los dos polos antagónicos del nuevo orden mundial, sinos y americanos. Y esa es la batalla que se está librando a nuestro alrededor y por cierto, sin que seamos nosotros los protagonistas.

Los chinos quieren consolidarse en el sitial de honor y para ello deben asegurar mercados para sus productos y materias primas para sus industrias. De allí sus alianzas e inversiones por doquier. La renovada ruta de la seda, el comercio en yuanes y acercamientos de todo tipo le dan permanencia y solidez a su proyecto. Los colosales financiamientos del Fondo Chino a los inconclusos proyectos chavistas ilustran claramente este punto. Avenencias a cualquier costo.

Por su parte, nuestros acuciosos vecinos del norte también deben comprender, al menos eso creemos,  más allá del populismo de Trump y las tendencias izquierdistas de los demócratas, que el castigo impuesto a las instituciones venezolanas sólo consigue alejar aún más a su otrora aliado comercial y proveedor confiable de energía, y llevarlo derechito a los pies de Xi. Porque el petróleo se va a vender y el gas también, de eso no cabe duda. Sólo queda definir quien lo controla, militarmente o mediante acuerdos. Y más allá de oscuras transacciones con Irán o con la India, los que controlan el juego son solo dos.

En el corto plazo, la salida del mercado de varios millones de barriles de crudo ruso y su reducción en el suministro de gas a Europa occidental han creado una enorme crisis energética que sirvió para renovar el interés por las pocas opciones disponibles. En el centro de lo cual estamos nosotros, listos para reinsertarnos con relativa facilidad en la cadena energética universal. Reservas, pozos, poliductos y refinerías a pedir de boca, los que están y los que faltan. Quien se quede con ese trofeo es lo que se está discutiendo, en Bogotá, en Pekín y en Washington, además de toda Europa.

El visionario francés Jean Monnet dijo “los hombres pasan pero las instituciones quedan”. Necesitamos instituciones sólidas que perduren más allá de las personas que estén al frente en un momento dado. Alianzas internacionales que permitan al país desarrollarse y progresar es una de esas alianzas y para nosotros lo mejor sería trabajar con el viejo conocido, que caer en las garras del nuevo por conocer. Esperemos que en efecto, el viejo conocido lo vea así también.

 

guillermomendozad@gmdconsultor.com00




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