“El sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe.” Alexis Carrel.

El cansancio, los nervios, la desconfianza y la incertidumbre despiertan resentimientos y conllevan a la desesperanza. Abandonar el espacio público por escepticismo, desaliento, cansancio y apatía, resulta muy peligroso en tiempos tan delicados. No son los políticos los únicos responsables de cuánto nos pasa en tan complejos momentos. No se trata, con esta atropellada reflexión, establecer cómo se inició la situación en la que estamos, sino cuál es nuestra responsabilidad para resolverla. Tampoco se trata de determinar la culpabilidad de alguien, sino de qué es lo que debemos hacer, desde nuestro rol de ciudadanos, para resolverlo. Contra el despotismo, la corrupción y el cinismo no valen sofismas ni pretextos. Es tal la gravedad de lo que vivimos como Nación, que eludir nuestro cívico deber sería, más que indiferencia o apatía, algo vergonzoso. No se trata tan sólo de estar preocupados, sino ocuparnos en ir tras propósitos que valgan la pena

Pretender cambiar precipitadamente las circunstancias sin disponer del poder necesario para lograrlo resultaría una forma de estulticia. Sin embargo, resulta imprescindible identificar contra quien es la lucha, con la debida sindéresis y sin dejarnos llevar por sentimientos innobles.

La política, es una lucha continua entre el ser y el deber ser. Ahora es el momento de concentrarnos en los temas primordiales y no enfocarnos en inútiles recriminaciones. De concentrarnos en el futuro, promoviendo debates sobre los temas prioritarios, sumando esfuerzos y estableciendo prioridades. Ahora es el momento de ponernos de acuerdo, es cuestión de tejer esa sólida red que permita abrigar a tanto compatriota desilusionado y desesperanzado.

Se siente la proximidad del ineludible derrumbe tanto de este régimen como de los mitos que le sustentaron. Ya los venezolanos se despiertan a la realidad de un país con hambruna, con la imbatible inflación; con la angustia que el corte de luz acabe con nuestra nevera; con la indignación de hacer cola por la gasolina y el temor que se dañe la pila; o se incendie el vehículo… Un país en emergencia social y con urgencia moral. Pareciera no tan distante ese momento de apartar ese espejismo de atraso para llegar al realismo – que no “mágico”- y de repensar la inserción de Venezuela en el Siglo XXI, que nos ha dejado atrás lo que lleva de vida.

Si bien es cierto que hay buena parte de la ciudadanía pusilánime, aquiescente y desmoralizada, que tranquiliza su conciencia diciéndose que la justicia, por ser inmanente, se impondrá por sí sola, la mayoría del país ha tomado conciencia de la verdadera situación a la cual nos ha llevado este régimen. Qué hacer ante esta realidad se está convirtiendo en un reto ineludible y responsable que debemos asumir para garantizar un mejor porvenir a las generaciones que habrán de sustituirnos.

La mayoría de los venezolanos tienen sus esperanzas puestas en la Primaria que se realizará el próximo 22 de octubre. Como también tienen claro que la salida a este prolongado marasmo está en votar a favor de la verdadera democracia en las elecciones de 2024.

Manuel Barreto Hernaiz




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