La impresión que se percibe desde lejos es que esta Venezuela sea un país dominado por el “miedo”. Y cuando hablo de miedo no me refiero solamente a la delincuencia, a los atracos, a los secuestros de personas, en otra palabras al miedo por esa enorme y aterradora falta de seguridad que condiciona de una manera total la vida de los venezolanos y a todos los niveles. Este sería un miedo hasta cierto punto comprensibile.
Cuando hablo de “miedo” me refiero al miedo de perder el trabajo, nuestro y de nuestros familiares, por razones políticas o por no compartir con los que están mandando la ideología del régimen, al miedo por el autoritarismo de los organismos oficiales, al miedo a reclamar nuestros derechos, miedo a la corrupción que ha invadido como nunca todos los sectores de la vida pública, miedo a enfermarnos, miedo a una policia ineficaz y comprometida con el hampa, miedo de ir a votar, miedo de opinar, miedo hasta de hablar.
Claro está que cuando se vive en ese estado de aprensión, cuando nuestra conducta cotidiana está condicionada por una permanente ansiedad, la vida es un tormento.
Sin embargo frente a ese cuadro negativo y preocupante, me llama poderosamente la atención la resignación y, por ende, la falta de reacción del venezolano que, por temperamento y por carácter natural, siempre ha sido rebelde, nunca ha estado dispuesto a tolerar atropellos, a soportar abusos, a permitir arbitrariedades, a vivir situaciones ambiguas como las que está viviendo en esta época, a negociar su libertad y su libre pensamiento por dinero.
¿Qué pasò con ese “bravo pueblo”? Yo se que, en parte debido al cierre de tantas empresas y en parte – por ahora – a la enorme disponibilidad de dinero público, la subsistencia de mucha gente depende del gobierno. Y así, por el miedo de quedarse sin trabajo, por el miedo de no percibir más ese aporte misionero con el cual medio sobreviven, por el miedo de ser considerados de segunda categoría con todas las consecuencias negativas que eso conlleva, hasta se abstienen de ir a votar. Ciertamente este gobierrno controla todos los poderes – ejecutivo, legislativo, judicia,fiscalia de la República, poder electoral – y eso es muy importante pero no se ha podido apropiar del alma de pueblo porque esa no tiene precio y no se puede comprar con petrodólares!
No tengan miedo entonces y cuando habrá que ir a votar, vayan y voten de acuerdo a su propia conciencia, con confianza, con fé, con optimismo porque la historia enseña que cuando el voto es fruto de la rebeldía de un pueblo, no hay trampa posible.
Desde Italia – Paolo Montanari Tigri