Uno de los problemas que atraviesa la oposición es que muchos de los opinadores identificados con la causa democrática, bien por un afán protagónico o por diferenciarse de los criterios más frecuentes, nunca se sabe exactamente, escogen el camino más tortuoso y complicado para llegar a conclusiones sumamente simples. Que por lo general están a la vista del más descuidado, pero la “genialidad” es así. Cuánto no daríamos en la oposición por tener del otro lado, me refiero del lado Psuv o del madurísmo, tantos contribuyentes, tantos alabarderos, tantos alabadores, como los hay de aquí para allá; sería un  aporte igual o más importante que las manifestaciones de calle y por supuesto menos arriesgado.

El señor Lacava, por ejemplo, candidato a gobernador de Carabobo por el oficialismo, realiza un acto donde hace un papel malamente de payaso y  mal acróbata; incontinenti salen algunos grandiosos pensadores magnificando esa tarea sin parangón. Califican ese circo extravagante como una estrategia propia de talantes que ni Alejandro Magno ni Winston Churchill hubiera logrado semejante proeza. Esto no significa que el candidato Feo La Cruz por algunas amenazas de inhabilitación de parte de los forajidos del régimen se eche en posición horizontal en los dos metros planos, sobra decirlo.

Los carniceros de la oposición, los que se deleitan hasta el clímax lanzándole las culpas a estos de todos los males de lo que ocurre en el país por el “simple” hecho de que no han logrado sacar a Maduro del poder. No sé por qué ellos no lo hacen o no dicen la manera de hacerlo -sin muertos como  ellos aspiran- en luchas incruentas. Pero cundo uno le da una vistazo rápido a la historia contemporánea nos encontramos que nuestros coterráneos del pasado no fueron más valientes y patriotas que los de hoy.

Que quede claro una vez más que la historia nunca se repite, que solo es útil como una referencia que ayuda muchísimo para orientarse en algunos hechos sociales, épicos en otros casos, pero hasta ahí nada más, hay semejanzas indubitablemente. En el caso del dictador Juan Vicente Gómez quien gobernó este país con mano de hierro durante 27 años, tras varios movimientos de sublevación fallidos, murió en su lecho de enfermo en 1935 con el bastón de mando apuñado. El postgomecismo con unos cambios significativos que nadie discute se prolongó por diez años más con los gobiernos de los generales López Contreras y Medina Angarita.

Dando un brinco de varios años nos encontramos con otro dictador más, Pérez Jiménez. Fueron tiempos de persecuciones, de torturas, de exilados. Unas de las grandes calamidades y que produjo una gran depresión, decepción, desilusión,  en todos los que luchaban por derrocar al tirano fue el asesinato del dirigente adeco Leonardo Ruiz Pineda, de manos de los esbirros de la Seguridad Nacional. No le quedó otra alternativa a esa dirigencia política que se concentraba en su mayoría en la ciudad de Méjico que sobreponerse de ese certero golpe que se conocía como la resistencia.

La unidad se fortaleció, nunca se escuchó un comentario venenoso contra un compañero de luchas; surgió luego la Junta Patriótica y llegó al fin el 23 de Enero cuando nadie pensaba que el dictador abandonaría el cargo.

Las fuerzas democráticas hoy no gozan de un líder con fuerza, con anclaje, de prestigio y consistencia. Ya hasta Leopoldo López es víctima de estos depredadores, de aquellos que se dedican sembrar plátanos en Atenas, mientras le hacen el trabajo al gobierno.

garciamarvez@gmail.com

 

 

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