El 24 de junio de 1921, cuando se cumplían cien años de la Batalla de Carabobo,
fue inaugurado, en el Campo de Carabobo, El Arco. Hubo una relevante
ceremonia organizada por el General José Antonio Baldó, presidente del estado,
que culminó con un baile de gala en el Capitolio.

Ni al baile ni a la ceremonia asistió el presidente de la República, General Juan
Vicente Gómez. Sin embargo, a las siguientes celebraciones del 24 de junio, sí
vino el general. Año a año venía a celebrar el triunfo de aquella gloriosa Batalla y
continuaron las visitas al Arco, incluso por otros motivos.

Vivía el general en Maracay, por lo que hacer el viaje en la lujosa limosina
presidencial resultaba muy agradable. Solía viajar con su comitiva, gente de su
absoluta confianza. Ministros, funcionarios, invitados especiales y militares que
garantizaban protección.

Encabezaba esta larga caravana de suntuosos automóviles, una moto que llevaba una sirena, anunciando a todos que el presidente Gómez iba en la caravana. Los venezolanos de la época, le decían “la mosca” a la moto y, se preparaban en las aceras, para ver pasar al benemérito y su largo séquito, mientras los niños saludaban, agitando banderitas con el tricolor nacional.

Cuando alguien gritaba: ¡ahí viene la mosca!, ¡ahí viene la mosca!, la gente sabía
que el general Gómez estaba llegando.

Según el querido y desaparecido cronista de la ciudad de Valencia y de la
Universidad de Carabobo, Dr. Guillermo Mujica Sevilla, el general y su caravana
acostumbraban hacer su entrada a Valencia por San Blas, seguían por la ciudad
hasta la calle Cantaura, pasaban por la bomba de Palo Negro y frente al Hospital
Civil, (hoy Palacio de Justicia), donde los enfermos convalecientes o no tan
enfermos, salían a verlos pasar. Luego seguían por la Avenida Occidental, hoy
Lisandro Alvarado y llegaban a la carretera que los llevaría al Campo de
Carabobo.

El 17 de diciembre de 1930 se cumplían cien años de la muerte de El Libertador y
el benemérito dispuso celebrarlo, al día siguiente, con una parada militar en el
Campo de Carabobo. Era presidente del estado, Santos Matute Gómez, hermano
bastardo del dictador, el peor gobernador que recuerda haber tenido Valencia.

La caravana pasaría por la ciudad muy temprano, ya que el dictador era esperado
en el Campo de Carabobo, a las siete de la mañana. Y pasó la caravana como se
había planificado, con “la mosca” al frente, pero el general Gómez no estaba.
No se sabe cómo se enteró el dictador de que iba a ser víctima de un atentado y
de manera repentina, sin decirle a nadie, no vino a Valencia con la caravana.

Y los valencianos decían que el general tenía un ánima que le avisaba. Se
comentaba que la policía había descubierto unos planes de dispararle al
benemérito en la madrugada del 18, cuando pasara por la carretera hacia
Carabobo.

Según el historiador T. Polanco Alcántara, la noche del 17, el general Gómez le
pidió al coronel Hugo Fonseca Rivas, prefecto para ese entonces del Distrito
Girardot del Estado Aragua, trasladarse de inmediato para el Campo de Carabobo
y, así, sin escolta, hicieron el viaje, el General, su edecán, y el coronel Fonseca
con su esposa y su hijo. De manera que, en la mañana del 18, el benemérito ya
estaba en el Campo de Carabobo.

Cuenta el cronista Mujica que, en 1946, mientras estudiaba medicina, en Caracas,
vivió en la casa de la familia Pérez Bernal. En la misma cuadra vivía también el
coronel José María Márquez Iragorri, quien había sido edecán del benemérito en
la década de los treinta.

Un día Don Santiago Pérez Bernal, le contó a su joven huésped, el Dr. Mujica, que el coronel Márquez Iragorri, de manera informal, le había dicho que uno de los implicados en el complot contra Gómez era muy amigo suyo y, para evitar que él Márquez resultara muerto o herido en el atentado, lo llamó para advertirle que no fuera en la caravana, y asimismo le pidió que no le dijera nada al general Gómez de sus planes.

Márquez Iragorri, consideró que era un deber de lealtad informarle al presidente. Por esta razón, el viaje a Carabobo se hizo la noche anterior y el complot fue frustrado. No fueron las ánimas quienes le avisaron al benemérito.

Anamaría Correa
anamariacorrea@gmail.com




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