Darío Sánchez García
|| dsanchez@el-carabobeno.com

Lo
primero que piensa la señora Teresa Colmenares con cada corte de luz repentino,
algo que ocurre con frecuencia en San Joaquín, es en su nevera, aires
acondicionados y computadora, pero sobre todo su refrigerador.

La vecina confesó sin pena que literalmente tiembla cada vez que hay un bajón de energía,
porque las reparaciones del equipo ascienden a miles de bolívares.  

El técnico cobra entre Bs. 500 y Bs. 700 solo para revisar la nevera. No tengo para ello, lamentó
Colmenares.

Algo similar ocurre con Juan Pérez Daza y su computador.

Los taxistas dependen del carro, los mecánicos de las
herramientas y yo de la computadora, si se daña quedo sin trabajo, reflexionó
el vecino.

Casos como estos pueden resultar innumerables si hay una
consulta pública sobre las primeras sensaciones de las familias, cada vez que
hay bajones imprevistos
de la energía eléctrica.  

Todo es malo. Son momentos negativos desde cualquier punto de
vista porque además de la angustia por el daño de un equipo eléctrico, los
vecinos quedan en una incertidumbre sobre si fue un corte programado, un bajón
de minutos u horas.

Los cortes repentinos ocurren con frecuencia en San Bernardo, Altamira, La
Pradera, el centro, la zona norte y el sur del San Joaquín, de acuerdo a
reportes de usuarios en el Twitter. 




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