AFP

El papa Francisco
reunió el lunes en Guayaquil a unos 650.000 fieles bajo un sol abrasador y
reclamó más ayuda y servicios sociales para la familia aquejada de problemas,
en la primera misa campal de su gira por Sudamérica.

Una multitud exhausta
por temperaturas de hasta 32ºC y largas vigilias escuchó la liturgia de casi
dos horas en el parque Los Samanes.

De regreso a la
Sudamérica de los «frágiles» y «vulnerables», Francisco
dedicó la homilía a la familia, uno de los grandes retos de su pontificado, ante
los males que la asola como las «enfermedades» y la «falta de
amor» y de trabajo.

«La familia
constituye la ‘gran riqueza social’, que otras instituciones no pueden
sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo
sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos», dijo.

«En efecto, estos
no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la
institución familiar, que tanto aporta al bien común de todos», dijo.

El mensaje de
Francisco caló hondo entre los asistentes, que aguantaron el calor extremo
gracias a los chorros de agua que arrojaron los bomberos. No obstante, algunas
personas perdieron el conocimiento y debieron ser auxiliadas.

Olimpia Herrera una
maestra de 62 años, se declaró convencida de las palabras del pontífice.

Ese testimonio lo
«estábamos necesitando porque hay muchos hogares que están
desintegrados», dijo a la AFP.

 La crisis de la
familia será uno de los temas que se debatirá en octubre en el Vaticano durante
el sínodo de obispos en el que se fijarán los criterios con los que la Iglesia
del siglo XXI encarará los cambios de las sociedades modernas, como la familia
monoparental, el matrimonio entre homosexuales y el acceso a la comunión para
los divorciados que se vuelven a casar.

«El vino es signo
de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes
perciben que en sus casas hace rato que ya no hay. Cuántos ancianos se sienten
dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados», clamó el papa.

Aun así Francisco se
mostró muy optimista por el futuro de la familia: «El mejor vino está por
venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo».

 – «No les voy a cobrar nada» –

La primera misa a
cielo abierto que ofició el papa en su gira de ocho días por Ecuador, Bolivia y
Paraguay contó con menor asistencia de la proyectada por los organizadores
locales, que aguardaban hasta 1,5 millones de fieles.

Unas 650.000 personas
habían ingresado a Los Samanes antes de que Francisco comenzara la liturgia,
según estimó el ministro del Interior, José Serrano, en su cuenta de Twitter.

El martes el papa
oficiará una segunda misa campal en Quito, en el parque Bicentenario, donde se
espera a un millón de personas.

Francisco inició desde
temprano su agenda en Guayaquil con un recorrido en auto hasta el santuario del
Señor de la Divina Misericordia durante el cual volvió a recibir muestras de
afecto de personas que se agolparon a los dos lados de la vía.

Ya en la capilla se
reunió con un grupo de invitados a quienes sorprendió con un pedido: «Les
doy la bendición. No, no les voy a cobrar nada, pero les pido por favor que
recen por mí. ¿Me lo prometen?», dijo el sumo pontífice desatando risas
entre los asistentes.

En la tarde Francisco
se dirigirá al colegio Javier de los jesuitas donde almorzará con otros
religiosos y descansará un poco antes de regresar a Quito para una reunión con
el presidente Rafael Correa y una visita a la catedral metropolitana, en el
corazón histórico de la capital.

En ese centro
educativo lo espera el nonagenario sacerdote Francisco Cortés, conocido como
padre Paquito, a quien el papa le hizo saber, por terceros, que quería verlo
después de su último encuentro hace 30 años en Buenos Aires.

«Para mí es un
acto de humildad de ese hombre, acordarse de una persona  (…) sin ningún mérito y nada especial. Ha
insistido en que quiere verme», dijo Cortés en una reciente entrevista a
la AFP.

En su primer día en
Ecuador, Francisco ya dio muestras de la sencillez y calidez que lo han hecho
famoso en el mundo: dejó que le tomarán ‘selfies’ en el aeropuerto de Quito,
permitió que un periodista le besara la mano y salió sorpresivamente a bendecir
a los fieles que lo aclamaban de noche en las afueras de la Nunciatura
Apostólica, donde se aloja, no sin antes pedirles que dejaran dormir a los
vecinos.




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