Luis Alejandro Borrero | lborrero@el-carabobeno.com

El vigilante prestaba tanta atención como se lo permitía el
contexto. Lo envolvía cierta premura emanada de las mujeres que hacían la cola.
En la mano, el hombre vestido con chaleco de seguridad, repartía los números.
Antes preguntaba: “Cédula laminada por favor”. Chequeaba el último número y
pasaba a la siguiente.

 

Los supermercados privados no tienen otra opción. Siguen
comercializando productos escasos por el terminal de número de cédula. Las
captahuellas son parte de un sistema muy costoso y aún en estudio. Por ello, la
cola en Kromi Market de Mañongo se organizaba la mañana de este viernes con
papeles reciclados del departamento de charcutería.

 

Bajo el sol, 195 personas. El tesoro: harina, pañales,
lavaplatos y leche en polvo. A las 12:45 del mediodía se habían agotado algunos
productos, pero la gente seguía. En las afueras los motorizados esperaban para
trasladar a las bachaqueras hasta el próximo punto. Se sabía que eran
revendedoras porque a quien miraba mucho las bolsas con cara de perdido,
preguntaban: “¿Qué pasó, estás buscando algo, leche?”.

 

Más temprano, en el Bicentenario de la avenida Bolívar norte
la cola era inocultable. Allí sobresalían los brazos cruzados y los ceños
fruncidos. Miradas expectantes. El comercio expropiado afronta la misma
realidad que los privados, pese a que allí ya están instaladas las
captahuellas. La cola, lejos de desaparecer, parece haber empeorado.




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