Otra negociación entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. ¿Otra más? Algunos lo consideran así, una más. Sin embargo, han cambiado las circunstancias. Para Maduro y para la oposición, ahora encabezada por Juan Guaidó. ¿Qué es lo que la hace diferente?
El diario Alnavio aseguró en un extenso trabajo que no son sólo los noruegos. No es sólo esta intermediación, que se ha anotado éxitos y cuenta con unas credenciales que le brindan credibilidad global. De hecho, la iniciativa parte con el respaldo de múltiples factores, incluyendo los Estados Unidos y , por supuesto, La Habana. Los noruegos se han montado en esta operación para que haya un acuerdo. Y han dado muestras suficientes de que tal empeño es en serio. Ya se conocerán los detalles. Otros detalles.

Varios expertos dijeron a ALnavío que el tiempo en esta ocasión juega en contra de Nicolás Maduro. Lo señalan para despejar de entrada la especie de que el gobierno hará lo mismo que otras veces: usar el diálogo con el fin de ganar tiempo. Se les pregunta y los expertos enumeran:

-Hay prisa militar. Y esto significa que en la Fuerza Armada la presión porque se solucione el conflicto es alta. De hecho, así lo demuestra lo que ocurrió el 30 de abril. Entre los militares hay necesidad de que se arribe a un acuerdo. Pactado, eso sí. Los militares no quieren dar el golpe de Estado. El 30 de abril confirmó que los militares son los árbitros definitivos de la situación. El diputado a la Asamblea NacionalÁngel Medina, por ejemplo, es de la tesis de que los militares son los únicos que ganaron en esa fecha. “Perdió la política y ganaron los militares”. Si la situación se deteriora, ¿qué harán los militares? Maduro no es ajeno a esta probabilidad. Tampoco el poder cubano. La negociación implicaría el rescate de la política.

Hay prisa social. Al régimen se le acaba el dinero para el clientelismo. Hay una cuenta clara. Se importa un promedio de 10 millones de cajas Clap a un precio de 32 dólares. Los productos alimenticios que componen las cajas de este programa social, representan mucho más, 8 veces más, de lo que gana un empleado público en Venezuela. Hay un cálculo hecho por empresarios: el salario mínimo y el bono compensatorio suman 55.000 bolívares, y los productos de la caja Clap, 600.000 bolívares, al menos así lo fue en marzo. La gente que recibe la ayuda observa la diferencia. ¿Esa gente se va a levantar contra Maduro? No. No por ahora. Hasta que se acabe el dinero y no haya más cajas Clap, ni con la periodicidad ni con la cantidad de productos.

Otra señal. Petróleos de Venezuela, PDVSA: el petróleo y la gasolina. La producción sigue bajando, y la gasolina escaseando. Hay gasolina porque empresas como Repsol están cobrando deudas, y a cambio de suministrarle nafta a PDVSA reciben petróleo crudo con un diferencial de precio. Pero este suministro es coyuntural, de semanas. ¿Qué pasará cuando no haya gasolina y las cajas Clap? Se dirá que en lo peor de los apagones más el corte de los servicios de agua y telefonía no ocurrió nada, la gente no se levantó. Pero ese mismo escenario no se va a repetir. El pueblo aguantó y sigue aguantando los cortes de electricidad. Cortar la asistencia de las cajas Clap es otro tipo de detonante.

De hecho, en las recientes jornadas de diálogo y reflexión organizadas por el PSUV, el partido de gobierno, los reclamos más sentidos fueron por los Claps y el combate contra la corrupción. El exministro Elías Jaua escribía en el diario Aporrea hace una semana: “Manifiestan con preocupación que al Presidente se le informe que los CLAPS, lleguen cada 15 días, cuando hay lugares que este año no han llegado; proponen que se hable con la verdad”. Los expertos vinculan la corrupción no sólo al acto de robar sino también a la ineficiencia y el burocratismo. En los Claps hay un punto clave.

-Hay prisa económica. Es la que de manera directa tiene que ver con el desastre. Las empresas públicas destruidas. La falta de producción. La caída del PIB. La hiperinflación. Empleo. Salario. Sin que nada de lo que concierne a la crisis económica esté en el marco de las soluciones urgentes. No en la política de Maduro. Aquí el chavismo fracasó. Aquí Maduro no ofrece soluciones.

Con las sanciones, la crisis va a empeorar. Un dato: en 2018, el 12% de la población contaba con algún poder de compra. Este índice ya se redujo a 8%. El dato surge de un estudio coordinado por varias empresas de la industria y el comercio. Ese universo de consumidores antes podía comprar prendas de vestir y artefactos eléctricos. Hoy se prioriza en más comida. Y los que quedan con poder de compra, es porque poseen dólares o cuentan con remesas en divisas que les envían desde el exterior. La crisis también ha colocado a los bancos al borde del precipicio, tanto a los públicos como a los privados. Hay otro dato. Una cervecera que requería hace 3 años 190 millones de tapas al mes, en abril solicitó apenas 3 millones de tapas de su proveedor. Estas cifras pueden arrojar pista de lo que sufre la cadena industrial, y el consumo, por supuesto.

Estos tres aspectos le plantean al régimen de Maduro una urgencia distinta para negociar. Y no son las únicas. Porque a ello habría que agregar la opción Guaidó. Si bien Juan Guaidó no salió en la mejor posición de los hechos del 30 de abril, aún conserva prestigio, voz, fuerza, apoyo popular, y el respaldo de la comunidad internacional. Los expertos castigan a Guaidó a la hora de calificarlo. Supongamos que antes del 30 de abril le otorgaban 80 puntos, hoy lo rebajan hasta 70 y 65 puntos. Pero Guaidó representa la unidad opositora y no porque así lo haya decretado la dirigencia -siempre recelosa de sí misma- sino por decisión del pueblo.

De modo que Maduro tiene enfrente un interlocutor con suficientes armas. Y una de esas armas se llama los Estados Unidos y todo lo que ello implica contra Maduro y sus aliados: sanciones, presión diplomática, cerco económico y financiero, presión contra CubaIrán, negociaciones con Rusia, amenaza de intervención militar, etc. Los expertos señalan que si Guaidó logra convencer a todo el universo opositor de esta negociación, no ocurrirá lo del pasado cuando se fue a negociar no queriéndolo hacer. Y ello no significa que baje la presión de calle o se levanten las sanciones, por ejemplo. Por el contrario, esas son cartas para poner en la mesa de negociaciones, más aún cuando el impacto grueso está por llegar.

Lee el trabajo completo en Alnavio




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