Pasan los años, cambian las condiciones socio-económicas de lo países, pero el comportamiento de los comunistas y la forma de planificar la economía a través de un control rígido y total de los medios de producción sigue igual. Se murió Stalin, desapareció la URSS, se cayó el muro de Berlín, ya no existe oficialmente…pero solo oficialmente, el partido comunista, dejando en su lugar una serie de partidos con razones sociales distintas que se declaran falsamente democráticos, algunos muy  conocidos por todos nosotros, y han aparecidos en la escena política líderes nuevos bajo  diferentes banderas pero la esencia negativa de la izquierda ha permanecido intacta.

Desde siempre el primer paso de un régimen social-comunista ha sido el de reducir el individuo a su minima expresión, quitándole la responsabilidad de tomar decisiones. Para pensar en él, en su futuro, en su familia, está  el partido, único por supuesto, que recibe órdenes terminantes e indiscutibles del jefe supremo, llámese Lenin, Stalin, Fidel Castro, Chávez o Maduro

Los que no estén dispuestos a renunciar a su propia indivdualidad y que pretendan considerarse “sujetos” de su historia, dueños de su propia vida y no títeres del sistema, no solamente vienen marginados (por lo general) en forma violenta, sino vienen tachados de contrarrevolucionarios, de ser personas incapaces de pensar por el bien del país y de vivir unicamente por el dinero! Es evidente entonces que ese comunismo que exime al ciudadano de cualquier tipo de preocupación para su futuro, porque para eso está “el partido único” y el “jefe máximo”, se convierte por encanto en una extraordinaria via de escape a la realidad cotidiana y poco importa que esa misma realidad sea miseria, sea atropello, como sucede en Venezuela.

Y cuando hablo de la forma de pensar y de actuar de esa gente me refiero a esa partícula descubierta por el profesor de anatomía patológica, el suizo Fredrich Miescher, denominada justamente ADN que significa “Acido Desoxirribonucleico”, y que es  justamente esa molécula que lleva la información genética de cada ser humano. Y así en el ADN de esa gente está radicado, y de por vida, el hecho de que “ellos” son los únicos honestos  mientras los demás  – de  derecha,  burgueses,  escuálidos,   etc…- son todos ladrones y delincuentes; está el hecho de que ellos son los únicos que trabajan por el bien del país y del pueblo y que los demás, en cambio, lo hacen solamente por su propio interés; está profundamente arraigada la intolerancia hacia los que no son como ellos y que piensan distinto y, por ende, hay el rechazo a confrontarse democraticamente  con los demás; está el convencimiento de que cualquier tipo de protesta o crítica, así sea justa y enmarcada en un cuadro completamente constitucional, hay que reprimirla  con la fuerza; está la arrogancia de creer que ellos son  los únicos   buenos; está la rabia, la repulsión,el odio y hasta la excomulgación política. Y así, mentira tras mentira, los “iluminados” por ese ADN perverso que tienen incrustado en sus cromosomas, han logrado, no solamente  sobrevivir a cien años de fracasos en el mundo entero sino que, a pesar de las atrocidades cometidas y de los inmensos daños provocados, encontrar siempre nuevas motivaciones para infiltrarse en los meandros del ánimo humano.

Winston Churchill, primer ministro inglés durante la segunda guerra mundial, solía decir que el social comunismo es un sistema cuya filosofía es el fracaso, su credo la ignorancia, su predica la envidia y su “virtud” puesta entre comillas, la distribución igualitaria de la miseria. Y la historia le ha dado razón, porque desde octubre de 1917, fecha de la revolución soviética, en ningún país regido  por una administración de extrema izquierda, desde la URSS soviética, hasta la Corea  de Norte, desde la Cuba castrista hasta la Venezuela chavista, ha habido libertad y prosperidad.

Desde Italia – Paolo Montanari Tigri

 




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