Raúl Isaías Baduel (Foto archivo)

El comandante Hugo Chávez ya no tenía respaldo de su ministro de Defensa, aquel que le había rescatado y devuelto a la presidencia en 2002. El general Raúl Isaías Baduel no apoyaba el proyecto socialista. Pero en casa no sabían nada de su descontento. Su hija, Andreína, cuenta que su papá llegaba y dejaba las presiones del trabajo del otro lado de la puerta. Nunca se le notó. Siempre fue un hombre con entereza, convencido de cada paso que daba.

En la cárcel, adonde ha vuelto, es igual. Andreína llegaba y se iba llorando. Quien la consolaba, para sorpresa de todos, era su papá. El general resiste: no se le ha visto una lágrima. Hay días en los que parece imposible no lucir quebrantada, dice Andreína. Es pura fragilidad humana. Su papá ha vuelto a pisar el Centro Nacional de Procesados Militares (Cenapromil) de Ramo Verde, en Los Teques. Esta vez por supuestos delitos de instigación a la rebelión y traición a la patria.

Pero fuera de la casa sí se notó un quiebre en la relación de Baduel con el jefe de Estado:  sucedió el 13 de abril de 2007. El general tenía una mirada desencajada frente a la multitud en las afueras del palacio de Miraflores. Labios mordidos en señal de impotencia. Lenguaje corporal de inconformidad. Se notaba que no quería estar allí: compartiendo tarima con Chávez. El entonces presidente vestía una guayabera roja y pasaba su brazo derecho por detrás de la espalda del ministro. Lo abrazaba, mientras gritaba frente al micrófono: “Patria, socialismo, o muerte, ¡venceremos!”. Baduel se limitó al saludo militar y a retirarse rápidamente del podio. Mientras el presidente se quedaba saludando a la gente, él se escabulló a sus espaldas. Ese episodio marcó el distanciamiento públicamente.

Eran compadres, el presidente le llamaba “hermano”. Pero en 2007 el general Baduel se opuso a la reforma Constitucional que, entre otras cosas, institucionalizaba el deseo de permanencia eterna en el Poder, con la llamada ‘reelección indefinida’. Baduel fue uno de sus detractores más férreos y emblemáticos. Ese movimiento terminó con la primera derrota electoral de Chávez en su historia política. Y el inicio de la persecución contra quien había sido su compañero de armas.

Egresado de la Academia Militar en 1976 como licenciado en ciencias y artes militares, Baduel fue designado comandante general del Ejército de 2004 a 2006. Dejó ese cargo para convertirse, por tan solo un año, en ministro de Defensa. Pero la relación con Chávez ya tenía varios años: en el fallido golpe de Estado de 2002, Baduel lideró la operación “Restitución de la Dignidad Nacional”, que trajo a un depuesto presidente desde la isla de La Orchila y lo puso de nuevo en Miraflores.

La ruptura del compadrazgo desencadenó la persecución política e institucional contra Baduel. Un tribunal militar le acusó de corrupción, por la apropiación de 30 millones de bolívares y 3,9 millones de euros; delitos contra el decoro militar y abuso de poder. Condenado el 7 de mayo de 2010, tuvo que pagar seis años, cuatro meses y 10 días en prisión, de una condena de siete años y 11 meses. Andreína los calificó como delitos infames, que nunca existieron y los cuales se fabricaron luego que Baduel dejó el ministerio. Hay un documento de finiquito de gestión avalado por la Contraloría General de la República que señala que la gestión del ministro fue impecable.

La medida de libertad condicional le fue otorgada al general el 12 de agosto de 2015. Tenía prohibición de salida del estado Aragua, declarar a medios de comunicación y régimen de presentación cada 15 días ante el tribunal. El pasado 12 de enero, al momento de su presentación, se le informó que la medida había sido revocada por su presunta instigación a la rebelión, después de que supuestamente se reuniera con personas de ‘dudosa reputación’, cita Andreína. Es un nuevo proceso violatorio del debido proceso por una razón: Baduel es inquebrantable. Su condena debería terminar en marzo de 2017 y puesto en libertad, pero la institucionalidad no es algo en lo que la familia mantenga la fe.

Los días en prisión fueron difíciles. Quizás el más complicado fue el jueves 21 de marzo de 2014. El hijo del general, Raúl Emilio Baduel Cafarelli, había sido detenido en Maracay por protagonizar protestas pacíficas en contra del presidente Nicolás Maduro. Andreína fue la encargada de dar la dura noticia. Cuenta que su papá lo asumió, como todo lo demás que le ha pasado, con entereza. Hay un objetivo superior: el rescate de la institucionalidad. “Seguir luchando y venciendo hasta alcanzar los supremos objetivos de la nación. Ese es nuestro propósito”.

El encarcelamiento fue una lección, tanto para Baduel como para su familia. “Lo hemos afrontado, como todas las situaciones de vida, sostenidos por Dios”. Andreína iba todos los jueves y sábados. Lo que más hacían era conversar sobre la cotidianidad. Pero una cosa estaba siempre presente: el plan de contribuir con la reinstitucionalización del país.

No son pocos los que critican a Baduel por lo que hizo en 2002. Su hija lo defiende diciendo que actuar en contra de un golpe de Estado es una obligación constitucional. Reponer a Chávez en el cargo no fue un acto que benefició solamente al presidente, sino a todos los funcionarios públicos, alcaldes, gobernadores, fiscales y jueces.

Desde que le fuera revocada la libertad condicional, el 12 de enero, Baduel fue incomunicado en Ramo Verde. Ni sus abogados ni sus familiares han podido verlo y constatar su estado de salud. Omar Mora Tosta, defensor del general retirado, asegura que en la prisión militar le han manifestado diversas excusas que esconden una violación de derechos humanos. Dicen los custodios, por ejemplo, que están fumigando el recinto, y que las computadoras están malas, por lo que no pueden registrar las visitas.

Ramo Verde se ha constituido en un centro para la resistencia en contra del Gobierno. Allí están recluidas las figuras más destacadas de la oposición y símbolos de la persecución política: como los policías metropolitanos del 2002, Leopoldo López y ahora el general Baduel. “Mi papá es un preso incómodo, por la sencilla razón de ser alguien de principios”.




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