Alcanzar éxitos o triunfar, o al contrario, errar o fracasar, son formas típicas y asiduas de la conducta humana. Casi siempre buscamos una explicación a lo que nos ocurra a diario, o a los demás. Buscamos un sentido, un orden, una coherencia, una justificación; de esta manera, organizamos nuestro mundo como cadenas de efectos, como secuencias y relaciones de causa-efecto. Por esta razón, cuando sucede algo considerado importante, lo achacamos a algo que lo ocasionó, o a alguien que lo produjo. Es algo habitual la necesidad de culpar y atribuir culpas a otros, porque lo que ocurra tiene más sentido cuando aparece asociado a algo o a alguien. Y si no conseguimos rápidamente a algo, o alguien asociado con lo ocurrido, pasamos rápido a buscarlo o a inventarlo; le “damos forma” o sentido ajustado a nuestras necesidades… Comenzamos por pensar cómo se desarrolló lo que ocurrió, y cómo hubieran sido las cosas de haber ocurrido de otra forma, en otra determinada situación… La búsqueda de culpables es una necesidad propiamente humana. La incertidumbre y las cosas inconclusas no se llevan bien con la mente humana, y además nos generan ansiedad. Tal vez sea por eso que en la búsqueda constante de una causa —de un culpable—, caemos con frecuencia en una visión simplista de la realidad que nos rodea: Las  causas y efectos —pensamos— no ocurren aislados, todo parece que se produce dentro de un contexto inter conectado de culpabilidades.  

Tenemos una cultura de la culpa muy desarrollada. Nos sentimos mal al hacer mal lo que hacemos. Y como no podemos llevarnos mal con nosotros mismos durante mucho tiempo, entonces un gran recurso es echar la culpa a otras cosas o a los demás… Eso explica por qué nos cuesta tanto aceptar que nos hemos equivocado: !»Estiramos» el tiempo, tratando de arreglar la situación del fracaso, para ver si encontramos (o inventamos) una culpabilidad o culpable que «cierre» la situación! 

Otro componente serio de la culpabilidad, no es si asumimos o no la culpa. El problema no queda sólo en que erramos, sino en que erramos muchas veces en lo mismo, porque no enfrentamos las razones (causas) ni se presentamos soluciones (cambios). ¡Esto quiere decir que, erramos, seguimos errando y, además, nos hacemos “los locos”!




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