No resultó, no pudimos acercarnos a Sudáfrica, ni a Liberia. No logramos emular a los irlandeses,tampoco a los libaneses. No pudimos seguir el camino que siguieron otros, aquí mucho más cerca, como El Salvador o Guatemala, ni siquiera parecernos a Colombia que busca salir de un prolongado conflicto de más de 60 años. En todos esos países se han procurado  y logrado soluciones mediante el acercamiento, el entendimiento y el diálogo entre las partes enfrentadas.

En Venezuela se cerró, al menos por ahora, esa posibilidad. Muchos venezolanos de buena voluntad, pese a la exacerbación del espíritu colectivo,creímos que podía darse una salida, primero hace más de un año, con la facilitación del Papa Francisco y más recientemente con la participación de naciones hermanas que vieron en ese proceso de aproximación y entendimiento alguna luz que orientara hacia la salida de este túnel oscuro y doloroso por el que los venezolanos venimos transitando desde hace dos décadas.

La ira creciente ha ido embargando los corazones ante la continuación del conflicto. Pobreza, corrupción, saqueo y depredación de las arcas públicas, desprecio por el sufrimiento del prójimo compatriota, diáspora de talentos y corazones. Cierre de cauce en la posibilidad de que el pueblo venezolano, otrora soberano, se exprese y decida en forma libre su destino. Un clan aferrado al poder que como parásitos en la ubre de la patria misma, no permiten amamantar a la esperanza de un cambio. ¿Dónde vamos Venezuela?
¿Se han cerrado las vías? ¿Subestimamos al cinismo? El acto írrito y deliberado de adelantar elecciones sin garantías por órdenes de la ilegítima asamblea roja debe llevarnos a un acto de revisión y cambio de actitud. Si actuamos unidos nuevamente como un bloque podremos sacar de esta situación adversa nuevas fortalezas. Este puede convertirse en el gran error histórico del régimen. Le vuelve a desnudar internacionalmente y se va quedando sin apoyo, incluso es cuestionado por muchos de sus partidarios, que como venezolanos son también víctimas de la devastación y esclavos de la sumisión.

No podrá haber impunidad ni olvido a las violaciones de derechos humanos ya los crímenes de lesa humanidad. Ellos están allí y no prescriben, aunque sus agentes se escuden en las faldas pestilentes del poder actual.

El dialogo pudo ser el inicio de una nueva manera de ver al país. Avanzar en la concepción de una nueva realidad, que no resultara de ninguna de las visiones de las partes confrontadas. Pudo crear un nuevo ideario nacional.La falta de visión de futuro de quienes no ven que la conducción de los pueblos es un servicio permanente y de alternancia política, convirtiéndolo en ejercicio arbitrario, abusivo y hegemónico priva hoy a Venezuela del tránsito compartido en un camino de justicia, progreso y paz.

Pero toda acción genera reacción y cada ola tendrá su resaca. En Venezuela estamos en un punto en el que el aplastamiento del contrario no es una opción viable. Quienes nos oponemos a este régimen tenemos la firme convicción que ha llegado el tiempo del cambio. Somos mayoría y este torrente romperá los diques de contención que cierran caminos a una solución pacífica y civilizada de nuestras diferencias.

El país se pronunciará ante la nueva violación. El concierto internacional se escuchará fuerte y retumbará en palacios de gobierno y lujosos recintos comprados por cuentas abultadas de dolo e infamia. Al final estaremos nuevamente en el epicentro mundial.
Debemos buscar la inspiración perdida en los valores de nuestra identidad. Proyectar lo mejor de nuestro gentilicio y continuar adelante para superar la tragedia. Respirar profundo y avanzar. Eso sí,más unidos,firmes, decididos a superar esta etapa roja de la vida nacional con la búsqueda de un lugar común, de un punto superior de encuentro y unidad de espíritus y propósitos. Esto apenas comienza.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Cierre de cauce

Lucio Herrera Gubaira.

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