La filósofa belga Isabel Stengers ha hecho interesantes planteamientos relacionados a la cosmopolítica, categoría que ha sido de gran utilidad para comprender acciones propias del mundo andino, amazónico y que resultaría de provecho en el contexto venezolano, tomando en consideración que en nuestro país existe desde hace muchísimo tiempo, una fuerte relación con espíritus, ánimas, familiares fallecidos y el panteón marialioncero. Es decir, los muertos siguen operando en el mundo de los vivos, tanto en el ámbito público y privado, incluyendo la política.

La cosmopolítica remite a mundos múltiples, por lo que las comprensiones ontológicas de la ciencia occidental serían una entre otras posibles. En este sentido, el prefijo cosmos no debe restringirse a lo humano, sino que, de acuerdo a Stengers, debería abarcar y comprender la problemática reunión de las muchas formas de valor, concretas, heterógeneas y duraderas que componen la realidad, incluyendo a los ancestros, seres suprahumanos, la propia tecnología o dispositivos de bioseguridad que vienen a mediar entre los humanos.

En este sentido, la cosmopolítica trae una visión distinta de la políticay desde las ciencias sociales debe ponerse atención a esos compromisos entre saberes y mundos distintos, posibles y comunes. En el caso venezolano, por ejemplo, observamos como los espíritus alteran prácticas, relaciones entre humanos y no humanos y transforman la composición material del mundo, generando tensiones, nuevas relaciones en el ámbito socialy hasta participación activa en tiempos de comicios electorales, en los cuales, por ejemplo, se usa con insistencia desde el sector oficial, la imagen de Hugo Chávez.

Mis trabajos etnográficos en sectores populares de Caracas han evidenciado tal situación. Obviamente esta disciplina no es para todo el mundo, pero como dicen en Cabo Verde: “todo lo que tiene nombre, existe”, ocurre y forma parte de la realidad de cientos de personas. En el caso de Hugo Chávez, creyentes en “sus poderes” y simpatizantes visitan una pequeña capilla ubicada en el 23 de enero. Algunos ven con buenos ojos la revolución bolivariana y consideran que el expresidente no ha muerto, que sigue gobernando desde otro plano. Le piden viviendas, trabajo, operaciones quirúrgicas y hasta “iluminación para Maduro para que no siga metiendo la pata y lo haga quedar mal”, como me lo manifestaron varios entrevistados, evidenciando que no todos los seguidores del llamado proceso revolucionario son acríticos y avalan las calamidades que enfrenta desde hace años el país.

La capilla parece transformarse en la oficina presidencial del Palacio de Miraflores. La gente deja cartas, solicitudes y regalos en agradecimiento a los favores concedidos. Si bien la mayoría de los devotos y simpatizantes afirman apoyar electoralmente a Nicolás Maduro, algunos manifiestan que se están cometiendo errores graves y que las grandes misiones creadas por Chávez no funcionan desde hace tiempo.

En contextos como el latinoamericano y en Venezuela particularmente, quienes piden favores a entidades canonizadas por el pueblo, por lo general son personas precarizadas por gobiernos neoliberales que no fueron capaces de satisfacer necesidades básicas, pero en este caso, las observaciones y/o críticas provienen de los mismos devotos/simpatizantes que apoyan a la revolución bolivariana, quienes también piden a Chávez que “ayude a Maduro”, evidenciando que algo está pasando y que no están siendo beneficiados por los programas sociales de otrora.

Vemos entonces, en términos de Pávez y Kraushaar, como se va estructurando sobre la imagen milagrosa de Hugo Chávez, la de un presidente de una teocracia biopolítica que dispensa protección de la vida e interviene con milagros y favores sobre personas precarizadas que no están recibiendo atención “como antes”, pero se mantienen fieles al ideario chavista, a pesar de las debilidades del propio proceso revolucionario y a las tensiones generadas por las protestas de sectores de oposición escenificadas en 2014 y 2017.

En este sentido y por lo inobjetable de la presencia de los muertos en la cotidianidad venezolana, vemos como personas fallecidas se hacen tan presentes como los vivos, gobiernan e inciden en decisiones de relevancia. Las cortes marialionceras, los santos populares, ánimas y espíritus de la sábana, son muestra de la vigencia cosmopolítica en estas tierras y de cómo los muertos se consolidan y hablan.

En el caso de Chávez, su presencia es tan importante en sectores populares urbanos, que desde el Gobierno se ha capturado iconografía considerada sagrada por la gente, colocando el acento en las posibilidades que se abren entre potenciales votantes y candidatos psuvistas, tratando de incidir y legitimar las decisiones que se toman en las urnas electorales, sobre todo, en momentos en los que las elecciones parlamentarias del seis de diciembre han sido severamente cuestionadas y un gran sector de la población, en los que me incluyo, no confía en lo absoluto en el Consejo Nacional Electoral.

 

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