Una profecía autocumplida es el proceso por el cual determinadas expectativas conducen a su propia confirmación. Una creencia sobre un evento futuro que lleva a las personas a actuar de una cierta manera, lo que en última instancia hace que se produzca el resultado anticipado. El término formal proviene del sociólogo norteamericano Robert K. Merton, pero ya antes Henry Ford lo había enunciado, “tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienes razón”.

En economía, es la noción de que las creencias colectivas y las expectativas de los consumidores, las empresas y los inversionistas pueden influir significativamente en los resultados económicos de un país, al impactar en la conducta y en la toma de decisiones de los individuos.

Cuando dichas expectativas son optimistas, es muy probable que los consumidores y las empresas actúen acorde, invirtiendo y gastando más dinero, lo que de inmediato impulsa el crecimiento económico. Por el contrario, cuando las expectativas son pesimistas, la actividad económica se reciente y el crecimiento se desacelera.

El gobierno juega un importante papel en este proceso. Cuando las políticas públicas se consideran beneficiosas para el desarrollo de la economía, ello conduce a un aumento del gasto de los consumidores y de las empresas, lo que a su vez conduce a un mayor crecimiento económico. Lo contrario produce un efecto desfavorable. Lo mismo se puede decir de la percepción del desempeño del Banco Central.

De igual manera, los medios de comunicación juegan un rol crucial en la formación de expectativas de la población. Si las noticias económicas se difunden de manera positiva, pueden generar un mayor gasto de los consumidores y las empresas. Compleja labor si no hay noticias positivas que difundir, pero debemos cuidarnos mucho de las fake news.

En la Venezuela contemporánea, el ligero crecimiento económico de finales del 2021 y el primer semestre del 2022 se alimentó considerable de la susodicha profecía, ya que en general se respiraba un cierto aire de mejoría. El mercado como colectivo incrementó su consumo, las empresas mejoraron su contratación y remuneración, los emisores e inversionistas regresaron a la bolsa de valores, surgieron algunos nuevos negocios. Las expectativas ayudaron al resurgir del sector comercial, que vivió una tenue mejoría de la mano del gasto particular.

Pero luego nos pegó la modificación del IGTF sobre la dolarización, la debacle monetaria de agosto y la caída de la renta petrolera por la pérdida del aliado ruso para la colocación del crudo, y muy pronto el sentimiento colectivo cambió. Las esperanzas de mejoría se desvanecieron de la mano del resurgir de la inflación y la depreciación sostenida de la moneda. Expectativas negativas autocumplidas.

Hoy día, aun cuando los economistas todavía predecimos un repunte del PIB para el 2023, el saber popular está muy desanimado y las velas están arriadas. El consumo agregado ha bajado, las empresas están agazapadas, las ventas y la cobranza maltrechas, y el arribo de unas aburridas primarias no ayudan en nada. Dichas expectativas negativas conducen a un mayor deterioro del desempeño económico nacional.

Como colectivo, lo que necesitamos con urgencia es renovar el ánimo. Empero, recuperar nuestro entusiasmo no es tarea fácil, ya que hace falta crear un ambiente positivo en lo económico y en lo político, y ambos planos están seriamente comprometidos por ahora.

Quizás una mayor apertura petrolera junto al incremento del comercio bilateral con Colombia y Brasil, más el necesario acuerdo tripartito para mejorar el salario público nos traigan renovadas esperanzas económicas. Quizás algún sorprendente pacto electoral motive al desilusionado pueblo a sonreír nuevamente.

Quisiera pensar también en un certero viraje de las políticas públicas, pero ni en el famoso sueño de Martin Luther King había tanta esperanza. A corto plazo necesitamos unirnos para apoyar y generar expectativas francamente positivas, a partir de escenarios creíbles. De esas que según la embrujada profecía, se puedan autocumplir.

guillermomendozad@gmdconsultor.com




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.