La vida de la periodista Valeria Ratnikova, de 22 años, dio un vuelco en apenas cinco minutos. El tiempo que tardó en comprar un pasaje de avión de Moscú a Estambul. “Tuve que actuar muy rápido porque apenas quedaban billetes”, relata. Empaquetó deprisa el equipaje (ropa de entretiempo, un par extra de zapatos, productos de higiene, el portátil, la tableta y cargadores), cerró la puerta de su apartamento y se fue hacia el aeropuerto.
Atrás quedaban sus pertenencias y toda una vida. Y la duda de no saber si podrá regresar. “Ha sido una decisión muy dura. Jamás pensé en abandonar Rusia”.
Ratnikova terminó su carrera universitaria hace tres años y se presentó enseguida en Dozhd TV porque quería dedicarse al periodismo político y hacerlo en uno de los pocos medios autónomos respecto de las directrices del Kremlin que existían en su país. No fue fácil: el año pasado, este canal de televisión, como muchos otros medios y periodistas independientes, fue declarado “agente extranjero”, lo que implica que deben publicar sus contenidos bajo esa etiqueta, además de sufrir mucho más control por parte de las autoridades. “Nuestro canal era uno de los pocos que cubría la guerra en Ucrania de forma objetiva y nuestra audiencia creció mucho. Eso al Gobierno no le gustó, y a los seis días bloqueó nuestra web porque decían que publicábamos bulos. Lo cual es mentira. Al mismo tiempo aprobaron la ley que condena a prisión a quienes diseminen información no oficial; por eso decidimos irnos”, afirma.
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