Foto: AFP

Desbandada de patrocinadores, instalaciones deportivos abandonadas, promesas incumplidas… Siete meses después de los Juegos de Río-2016, el deporte brasileño sufre de lleno la crisis económica que azota al país y vive una serie de incertidumbres que ponen en duda la herencia olímpica.

Según el presidente del Comité Olímpico Brasileño (COB), Carlos Arthur Nuzman, la falta de medios es tal que el país ha sufrido un retroceso de cerca de 20 años.

«Esperábamos que la situación fuera incluso más difícil. De 2002 a 2016, organizamos una serie de grandes eventos y, para ellos, previmos unos recursos aún mayores», dijo el dirigente este miércoles durante los Óscar del deporte brasileño.

«Ahora, volvemos a la situación previa a los Juegos Olímpicos de Sídney-2000», cuando el deporte brasileño no tenía la posibilidad de atraer a grandes patrocinadores para las competiciones locales.

En el año 2000, Brasil volvió de Australia sin ninguna medalla de oro y con sólo 12 podios en las maletas (seis platas y seis bronces), un resultado muy decepcionante tras su actuación histórica en Atlanta (tres oros, tres platas y nueve bronces).

En Rio, el anfitrión batió su récord de preseas doradas (7) y de podios (19), pero no llegó a cumplir su objetivo de entrar en el Top-10 al finalizar en el decimotercer lugar.

– Sacrificios –

En el momento de encarar el ciclo olímpico de Tokio-2020, Brasil está a años luz del Reino Unido, quien se convirtió en 2016 en la primera nación en mejorar sus resultados cuatro años después de albergar unos Juegos (67 medallas en Rio por las 65 en Londres-2012).

Para Marcus Vinicius D’Almeida, gran esperanza en la modalidad de tiro con arco, los caminos que lleván a Japón son bastante pedregosos.

«Muchas cosas han cambiado después de los Juegos de Rio. Antes, todo el equipo nacional se entrenaba junto pero ahora no tenemos entrenador, por lo que cada uno debe buscarse la vida por su cuenta», explicó a la AFP el joven tirador de 19 años, que ha perdido a tres de sus cuatro patrocinadores desde que acabaron los Juegos.

«Ya no puedo pagar a un fisioterapeuta ni a un preparador físico. Acabo de pasar 40 días en Europa y he tenido que pagarlo todo de mi bolsillo», desveló.

Este problema atañe sobre todo a los deportes sin gran tradición en Brasil, un país donde el fútbol monopoliza la atención de los medios mientras que el vóley, tradicional botín de medallas, debe conformarse con las migas.

Como en el Reino Unido, el deporte brasileño está financiado en gran parte por la lotería nacional pero sus ingresos bajaron un 14% en 2016 con respecto al 2015, según el diario Estado de Sao Paulo.

– Entrenamiento en familia –

La medallista de bronce en los 10 km en aguas abiertas, Poliana Okimoto, perdió a su principal patrocinador tras los Juegos.

La nadadora de 34 años consigue mantenerse a flote únicamente porque no necesita pagar a un entrenador ya que es su marido quien ejerce esa función.

Todos estos problemas financieros palidecen al lado de las incertidumbres que rodean el futuro del Parque Olímpico, que se parece cada vez más a un cementerio de elefantes blancos.

Pulmón de los Juegos y construido en el moderno Barra de Tijuca, en el oeste de Rio, por unos 600 millones de euros (636 millones de dólares), hoy su paisaje luce desolador.

El llamado de oferta a una asociación público-privada no encontró respuesta. La administración se la disputan la municipalidad y el Ministerio de Deportes, que se pasan la pelota sin dar datos precisos en cuanto a la utilización de las instalaciones, hoy abandonadas.

«Está claro que nos hubiera gustado disfrutar antes de la herencia deportiva de los Juegos de Rio pero no hay que olvidar que el Parque Olímpico de Londres estuvo cerrado durante un año», admitió Nuzman.

«Trazamos un proyecto deportivo para el Parque Olímpico antes de los Juegos pero somos conscientes de las limitaciones financieras, sobre todo en lo relativo a los costos de mantenimiento. Estoy inquieto, es normal, pero sabíamos que esto tomaría tiempo», concluyó.




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