“Aquí se va agregar un capítulo especial para las redes sociales y de la responsabilidad social de las redes sociales en territorio venezolano. Pendiente y mosca todo el mundo” Maduro, Marzo 2021

“El gobierno de Maduro se ha basado en la difusión de información falsa junto con un control estricto de los flujos de comunicación para mantener su posición en el poder… Este ataque a la libertad de expresión de los venezolanos y las venezolanas es claramente un ataque a la democracia misma”. Verónica Arroyo, Asociada de Políticas para América Latina en Access Now.

En la última década las redes sociales tomaron un rol fundamental en la sociedad, formando parte de nuestra cotidianeidad. Estas plataformas se transformaron en una gran herramienta de comunicación, debido principalmente a la velocidad de difusión de sus contenidos y a la libertad que tienen los usuarios en sus publicaciones.

Las redes son actualmente los espacios de disputa y quien logre dotarlas de sentido y significado, las puede utilizar como un espacio virtual estratégico para su accionar. Se dice que son otra de las consecuencias de la crisis que sacude el periodismo en Venezuela, donde medios que servían de fuente informativa se han diluido o simplemente desaparecido en los últimos años. Las redes son un manantial del cual surgen referentes simbólicos que vincula el movimiento social y la demanda con la cultura, la vida cotidiana, el saber y la necesaria discusión del modelo de país que nuestra sociedad anhela y merece. El hecho es que son ese dinamo que distribuye información y estímulo para la sociedad.

Por supuesto, con las inevitables perturbaciones de los “Fakes –news” que hábilmente coloca esa costosa y perversa sala situacional del régimen. Son el espacio estratégico que puede servir de instancia pedagógica para el aprendizaje de lo que acontece, para descubrir la lógica de los procesos y, ante todo, el lugar donde se re-crea la sociedad cuando es la sana interlocución. Ahora bien, la política en las redes puede desviarse de su objetivo si compite permanentemente con los partidos políticos; pero si los partidos políticos aún no se deciden refundarse o reestructurarse, ni mucho menos tienen claro como representar a las ciudadanías emergentes con sus demandas, no queda otro recurso que la auto representación, no como un tipo ideal, sino como una acción contingente que debe asumirse mientras se dan los procesos de cambios y situacionales de los encargados de representar a la sociedad.

Sin embargo, esa “auto representación” tiende a atomizar a la sociedad, volcando sobre ella una infinitud de pareces contradictorios por la multidiversidad de actores y demandas, mientras ello se da, la sociedad debe ir resolviendo sus problemas y afrontando las adversidades, y lo está haciendo bajo los recursos que tiene a mano, al menos mientras se mantenga el riesgo de la pandemia y no salimos a la calle, y ese recurso no es otro que las redes.

Hasta ahora, la política en las redes ha funcionado en parte, para concatenar y difundir protestas, vincular actores, construir alianzas, propiciar acciones colectivas contra tanto desafuero e injusticia del régimen y hasta propagar algunos brotes de desobediencia civil al surgir cualquier ley o “decreto-parapeto” que atenta contra sus limitadas libertades. No está exenta de bloqueos, distorsiones y amenazas. El régimen ha aplicado bloqueos selectivos de portales digitales informativos críticos, como también ha encarcelado a tuiteros, amparándose en la Ley contra el Odio, tal como fue la absurda acción emprendida contra la escritora Milagros Mata Gil, detenida junto a su marido, el poeta Juan Manuel Muñoz, por, supuestamente, difundir un artículo crítico contra el fiscal general, Tarek William Saab.

Entre las leyes presentadas por la pseudo asamblea está incluida la “Ley del Ciberespacio”, un instrumento pensado para regular internet. Si bien reciben sus usuarios ácidas críticas y denominaciones (“los guerreros del teclado”, “la catarsis digital”, “las redes no suben cerros”) por supuesto que han alcanzado logros, avances y reivindicaciones, una de ellas es que si bien la política no ha cambiado de rumbo, si lo hecho de lugar, si bien no reposa en los partidos políticos, está en las redes agenciada por diversos y muy agudos actores.

Mediante los Webinar (ese neologismo que combina las palabras “web” y “seminario”) , la política en las redes se hace parlante con útiles foros que en enlazan saberes y preocupaciones y activan la movilización; y lo más importante, diversas opiniones, debatidas o deliberadas serán entonces, ese necesario vínculo que pondrá el acento entre la vida cotidiana y la política, posibilitando que la política visite la casa, esté en la sala, se pasee por el comedor y comunique con el vecino, es ahí donde está el valor de la política en las redes.

Hace unos cuantos años, y refiriéndose al tema que hoy nos ocupa, anotaba Alejandro Morillo: “Mediante instrumentos como este y otros que podrían aportar los propios ciudadanos, se puede llenar el vacío de información que la censura del régimen ha impuesto y trasformar a los ciudadanos de simples receptores de información en participantes activos de la misma, pues al procesar datos primarios sobre hechos actuales, ellos comienzan a emitir señales que se retroalimentan hasta producir nuevos hechos … Un conjunto de nubes accionando sobre las realidades sociales tiene que producir en tales realidades cambios imposibles de manejar por las plataformas del Estado. Y es que las redes ciudadanas así constituidas pueden llegar a configurar sistemas de acción autónomos de la acción pública. ¿Y que más efectivo que conjuntos de sistemas como estos debidamente encadenados?”

Se trata de que la comunicación de las redes sea suficientemente fuerte como para poner presión sobre el régimen y mantener su permanente lucha. Eso sólo puede lograrse en la medida en que esa comunicación adquiera una dimensión institucional y en la medida en que los sistemas políticos, incluidos los partidos, se den cuenta de que han llegado al final de su recorrido histórico tal y como son, y que sólo abriéndose a la sociedad podrán encontrar las nuevas formas de organizar la representación y el debate político hacia una decisión compartida. Se trata de desenredar nuestras redes para pescar voluntades y divulgar esperanzas. Manuel Barreto Hernaiz




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