El desorden, operando en conjunto con la ineficiencia, son dos elementos que nos afectan constantemente mediante la ansiedad que mantienen en nuestros estados mentales. Los efectos acumulados del desorden, sumados a la consciencia que tengamos de que somos ineficientes, son equivalentes a que fuésemos sembrando muchas “bombas de tiempo” por los caminos que recorramos en la vida.

El desorden ha sido señalado, casi siempre, como generador de desperdicio, de incomodidad, de costos, y escasa preparación, o de limitaciones culturales. El desorden es una forma de conducta que aprendemos desde la infancia. No nacemos desordenados, pero es fácil que aprendamos el desorden sin mucho esfuerzo, y con muy poca autocritica para revertir a positivo este estado tan perjudicial. La eficiencia al contrario, se utiliza como un criterio general para considerar, y a veces medir, la productividad de las personas en sus vidas, y en particular en sus actividades laborales.

Un elemento fácil para observar cómo se expresa el desorden, es como nos relacionamos con nuestro ambiente físico o de trabajo. Es muy sencillo corroborar que según cómo esté organizado el ambiente (espacio, elementos) donde vivimos o trabajamos, vamos creando una actitud y unos hábitos perjudiciales que favorecen (o afectan) nuestro estado anímico (psíquico), nuestras conductas y la de quienes conviven con nosotros. Y como se dice en el lenguaje de la calle: ¡Estos vicios fácilmente se «pegan»! En forma consciente o inconsciente, organizamos disfuncionalmente nuestras actividades, y los ambientes donde trabajamos o hacemos vida, con resultados desastrosos…

Un hecho que podríamos aprovechar a nuestro favor es que cualquier ambiente influye en nosotros, solamente, si estamos conscientes de su existencia. Si no somos conscientes de los ambientes, y cómo están organizados, en nada nos afectarán en su presencia estética y visual. ¡Es como si no existieran: Ni nos atraen, ni los evadimos! “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, dice el viejo refrán. Por esto, todo orden o “desorden” es relativo, y estamos involucrados (responsables) en el “orden” o “desorden” que veamos en nuestro alrededor. Ocurre siempre una especie de “ceguera” selectiva, una percepción selectiva, prejuiciada, de creación muy personal.

El poder de los prejuicios en nuestras vidas impresiona, y esto es desconocido por quienes tenemos prejuicios,… ¡que somos todos! Aunque es obvio que en unas personas están más desarrollados por ignorancia. Podemos ser prisioneros de nuestras propias experiencias, y de la fuerza opresora de los prejuicios. Nadie elimina fácilmente esos prejuicios, pero cuán grande es el beneficio que se puede lograr, simplemente, con reconocerlos, controlarlos, y aun eliminarlos.

El “orden” o el “desorden” que sentimos (o no sentimos) tiene un fundamento personal, educativo y cultural. Muy fuerte es la influencia de los padres y otras autoridades (amigos, vecinos) en desarrollar este orden o desorden. Aunque no se sabe mucho, este “orden” o “desorden”, determina cómo sean nuestros estados anímicos, y del malestar o comodidad psicológica que sintamos en ambientes donde hagamos nuestras vidas diarias. ¿Una casa o una oficina que consideremos “desordenadas”, significan que algo está “mal”? La respuesta es Sí, porque influyen en nuestro rendimiento y productividad; en nuestra eficiencia. Nos sentimos mal en un ambiente que sintamos como “caótico”, aun sin estar conscientes de ese “caos”, y sin que nos ocupemos de arreglarlo.

Vemos los ambientes, los elementos o eventos que deseamos ver, y dejamos de ver otro tanto, porque conformamos nuestro mundo a la imagen y semejanza de nuestros gustos y creencias. Lo más grave es que ese mundo está prejuiciado por nosotros mismos; muchas veces con desconocimiento parcial o total. Un viejo refrán nos aclara mejor esta situación. Ese refrán dice que “vemos al mundo según el color de los lentes que utilicemos”…

Recordemos, también, que la realidad del mundo, como la vemos en cualquier momento, es exclusiva de nosotros. ¡Es única! ¡Nadie ha visto (o verá) esa realidad totalmente igual a la nuestra! Entonces, ¡hagamos siempre un esfuerzo por entendernos!




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