El pueblo cubano, y en particular las más recientes generaciones, le está dando un ejemplo al mundo, de valentía en la lucha por un cambio efectivo. La dictadura que impera reprime con desprecio absoluto a los derechos humanos, pero ese
pueblo está tratando de liberarse de muchas décadas de encierro y penuria.

La época de la épica revolucionaria se disolvió. Los nietos o bisnietos de la Revolución Cubana no creen en ésta. El carisma y el dominio implacable de Fidel ya no están. La gerontocracia ha entrado en terreno inexplorado, y los burócratas como Díaz-Canel suscitan un rechazo masivo.

Lo que acontece en Cuba puede y debe calificarse de histórico. No se abusa del concepto en este caso. No obstante, hace falta más apoyo internacional a las instancias civiles asociadas con la lucha social, como el Movimiento Cristiano Liberación, entre muchos otros; y hace falta mucha más presión sobre la dictadura para que comprenda que la nación cubana quiere Patria y Vida, dentro y fuera de la isla.

La Iglesia Cubana está acompañando el clamor de libertad y está haciendo planteamientos públicos de novedosa franqueza. Esperemos que también esa sea la posición de Roma. Y la de la Unión Europea, y la del conjunto de la comunidad democrática global. Incluyendo a la administración Demócrata-liberal de Estados Unidos y a las democracias de América Latina.

Sería un crimen desentenderse de la lucha del pueblo cubano. Una lucha por sobrevivir y por reivindicar su derecho a la dignidad y la justicia.




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