En el mundo actual pareciera que las personas mayores de 45 años no tienen cabida. La sobreexposición del cuerpo que se ha acelerado con las redes sociales acentuó un imaginario en el cual, los llamados adultos contemporáneos como que ya no merecemos vivir. Se rinde culto a lo físico, muchas veces a la idiotez y se invisibiliza el criterio, la reflexividad y el conocimiento adquirido con la experiencia.

Es un asunto presente en todos los ámbitos de la vida. Recientemente la llamada “reina del pop” señaló discriminación por edad. A sus 64 años apareció con un llamativo atuendo en una entrega de premios y fue acribillada injustamente por su aspecto físico. En la mayoría de las ofertas de empleo se observa la misma exclusión.

Hace días, leí casualmente en Instagram un aviso que informaba vacantes para visitadores médicos en varios estados. Uno de los requisitos, menores de 45 años. La variable se repite en muchas empresas, en especial las de carácter privado, en las que pareciera que la fuerza productiva e inteligencia disminuyen con el tiempo. Cuando llegan los recortes de personal, empiezan por los mayorcitos.

Esta percepción ha ido cambiando en los últimos años. Anteriormente el llamado edadismo se manifestaba hacia personas de 60 años en adelante. Ahora, ya con cuarenta y tantos comienzan a manifestarse los estereotipos, prejuicios y discriminación basándose en que se es mayor, en que ya no se tiene la misma vitalidad y que el declive es inminente.

Quizá, este sea una de las grandes taras del propio sistema capitalista, que se ha profundizado por esa realidad paralela propia de las redes sociales, en donde presumir la juventud, las curvas, los músculos y la superficialidad permite monetizar y darse una vida de lujos sin la necesidad de estudiar.

Atacar este tipo de discriminación es tarea pendiente. El informe mundial de las Naciones Unidas sobre el edadismo presentado hace un par de años, señala que la mitad de la población mundial discrimina por edad, por lo que urge cambiar la mentalidad y ese discurso que dibuja a las personas mayores como frágiles, vulnerables, dependientes y menos productivas.

Como vemos, es un asunto que pasa nuevamente por la educación en valores, profundizando en asuntos como la empatía, la dignidad, el amor, la fraternidad, tan desgastados en esta parte del mundo, en donde también se ha naturalizado que las personas, en especial los hombres mayores, solo sirven si tienen algo de dinero, para ser utilizados como «sugar daddy».

En este contexto, quienes superamos los 40 no tenemos que estar demostrando nada. Estamos conscientes de nuestras competencias y virtudes. Y a los que superan los 60, pisan los 70 y ya dieron todo por el país y el mundo, estamos en la obligación moral de atenderles, cuidarles y hacerles sentir que aun son valiosos en este mundo.

Paremos todo tipo de discriminación, de la índole que sea. Ya tenemos bastante con los daños colaterales de las decisiones que adoptan nuestros gobernantes.

 




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