Los padres u otras «figuras de autoridad» que hayan estado presentes y activas en los tiempos de la infancia, pueden dejarnos traumas perversos, con largas y nefastas repercusiones, aun sin que esas influencias hayan sido intencionadas. Si el niño haya tenido una madre (o padre) que fueron incapaces de «reflejarse afectivamente» en los hijos, con el efecto positivo que pudieron ejercer a través de sus ojos (miradas), o con sus gestos del amor, esto va a impactar en negativo, por sus efectos de carencias durante la formación del “Yo” de los niños, en el desarrollo emocional y social de la personalidad, desde la muy temprana edad del primer año de vida.

En los primeros meses de la infancia comienzan a elaborarse las bases psicológicas de las primeras filiaciones e imágenes relacionadas con las figuras de autoridad más influyentes (padre y madre). Un pronto resultado resultante de este proceso en los niños es creer que dependemos de los adultos, en general, o de algunas personas en particular, para sentirnos seguros y sobrevivir. Esta formación de dependencias de las figuras paternas, o de otras figuras de autoridad, ha sido muy bien estudiada por la psicología y la psiquiatría clínicas, al explicarnos cómo es que, desde temprana edad, pueden aparecer en los niños huellas o ideas primarias de culpabilidad, muy difíciles de superar. Mediante un mecanismo retroactivo (que es inconsciente) de “proyección psíquica”, los niños llegan a creer que tienen algún grado de culpa por todo lo que hacen ante sus padres u otros adultos, y es una culpabilidad frustrante y auto reforzada, porque en sus relaciones afectivas no es fácil que puedan culpar a un adulto, para así lograr liberarse de culpas. En la mayoría de los casos, llevará mucho tiempo para que los niños superen esa culpabilidad.

Ya, al ser adultos, compete en buena parte a quienes fueran sufridos infantes, culpabilizadores y dependientes a la vez, lograr iniciar y mantener un intenso esfuerzo propio, personal, consciente y salido de sí mismo, además de manejado por sí mismo, para “desenrollar” y “desmontar” la situación de culpabilidad que había sido establecida: !Para solucionar ese terrible “entuerto” que puede vivirse en el mundo infantil como resultado de las carencias emocionales afectivas! ¡De lograrse, qué bueno será el resultado para la continuidad del desarrollo saludable de los que ahora son adultos, y quieren soltarse de las barreras y traumas de la infancia! … ¡Claro que es posible, pero hay que comenzar por averiguar, conocer y reconocer qué y cuál es la información (aprendizajes) indeseable que tenemos acumulada en nuestros cerebros, desde la pequeña infancia, para proceder luego a intentar los cambios que aseguren un mejor desarrollo psicológico y social!




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