«El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros».
Ambrose Bierce

Por los momentos dejemos a un lado eso de «la unidad perfecta». La única que creemos pudo darse es de carácter celestial, y tan compleja que también resulta recomendable apartarla de estas terrenales observaciones… nos referimos a la Santísima Trinidad. Esa intención de «unidad perfecta» puede tan sólo ser concebida bajo un régimen totalitario en el cual todo tipo de disidencia conduce a la cárcel, al exilio o a la muerte. Así pues que aupemos todo el espacio posible a la diversidad, por supuesto direccionada a lograr objetivos comunes que permitan alcanzar impostergablemente la recuperación de nuestra democracia y con ella, de nuestro país.

Entre las innumerables listas de candidatos a las Alcaldías y a la Gobernación que están en el tapete del cotarro político, hay que reconocerlo, la gran mayoría son serios de verdad; muchos ciudadanos detestarán a alguno y les agradará otro, pero nadie puede decir que por experiencia en el manejo de los asuntos de la gestión pública o por logros, o arraigo político y conocimientos, no hay candidatos que no puedan desempeñar el delicado cargo al que aspiran.

Bien surtido el mercado de candidatos; para todos los gustos, los hay de todas las tendencias ideológicas. De la izquierda radical hasta la ultraderecha; pragmáticos, independientes; de la IV y de la V… arrepentidos, por lo menos de labios para afuera; hay jóvenes energéticos y mayorcitos más reposados -esperemos que no cansados-, académicos competentes y políticos experimentados. De acuerdo a los entendidos en estos complejos asuntos, a pesar que hasta el día de hoy NO EXISTEN CONDICIONES PARA TENER ELECCIONES LIBRES, parece que se viene avanzando en los consensos para la escogencia inicial. Sin embargo, esperamos que no se repitan conductas personalistas que no se promueven la necesaria participación.

Si alguien quiere ser candidato a Gobernador o a Alcalde, lo primero que debe parecer es Gobernador o Alcalde. De acuerdo a los especialistas en «Mercadeo Electoral», en política la percepción es la realidad. La imagen es percepción que se convierte en la identidad y, con el tiempo, en la reputación. En estos menesteres es tan importante la reputación que puede decirse, parafraseando al Cardenal Richelieu, que hay quienes hacen más cosas con su solo nombre que otros con sus ejércitos. El candidato debe buscar ser percibido como una persona afectiva, carismática, confiable, ingeniosa, dinámica, enérgica, generosa, gentil, feliz, honrada, amable, modesta, optimista, capaz, letrada, culta, sensible, que tenga buenas relaciones con la prensa, congruente, inteligente y que busque en verdad el bien de su pueblo, no sólo el de su familia, lo que nos lleva a recordar aquellas fulminantes ocurrencias de Winston Churchill, quien al referirse a un adversario político formalmente «perfecto» sostenía: «…Este señor tiene todas las virtudes que detesto y ninguno de los defectos que admiro…» El austríaco Peter Drucker, hace ya más de cuatro décadas, afirmó que probablemente ninguna actividad sea más importante que la de elegir correctamente a la gente, por la importancia de sus consecuencias y la dificultad de deshacer las decisiones incorrectas. Llegado ese momento- ojalá y se logre lo que con tanto afán se pregona de Elecciones Libres- de seleccionar a esos candidatos, se tome en consideración un mínimo perfil ético, con un profundo compromiso con la libertad y la justicia; que logren cercanía y amplia capacidad de comunicarse con la sociedad civil; y sobre todo, que tengan » el guáramo» suficiente para transitar por esos arriesgados espacios que en este momento son ocupados por la irresponsabilidad y la incapacidad hecha gobierno.

Si verdaderamente queremos alcanzar la importante fase en la recuperación de nuestro país, como lo es lograr la mayoría en las Gobernaciones y Alcaldías no tenemos otra alternativa que moralizar las bases que específicamente sustentan la necesaria renovación del estamento político. Y para finalizar, se hace muy necesario destacar un requisito fundamental en nuestros posibles candidatos: que no sean corruptos, puesto que en nuestro país, desde hace muchísimo tiempo, la principal fuente generadora de fortunas es el poder político y la administración de la justicia.




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