Extravagancias revolucionarias

La doble moral ha caracterizado al régimen madurista y a su antecesor. Proclaman y dicen trabajar por una sociedad justa, equitativa y socialista, pero el accionar de muchos funcionarios rojos se aleja de ese discurso que solo enchufados y pendejos siguen creyendo. Las tramas de corrupción en Petróleos de Venezuela con redes de prostitución incluidas, el desfile de guardaespaldas que lucen los llamados boli burgueses -que de la noche a la mañana amasaron inmensas fortunas-, el brillo excesivo del oro de la mayoría de las primeras damas psuvistas y, mansiones lujosas como la decomisada en Italia al ex presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikol Moreno, demuestran que a estos revolucionarios les encanta la extravagancia. Y a la hora de mostrarse no tienen mayor disimulo. En esta revolución, el más pintao es el que más se exhibe.

No hay compasión con el pueblo en mengua. El llamado “hombre nuevo” cacaraqueado por el régimen carece de valores y no respeta al prójimo. Los chavistas de línea dura conocen y han denunciado entre ellos estos excesos, pero nadie se atreve a hacerlo públicamente. Solo en reuniones comunales algún líder cuestiona lo alejado que están ciertos funcionarios y aliados de lo que dicen y hacen. La liturgia chavista quedó almacenada en las reuniones de la cúpula roja, pero el estilo de vida de esta gente sobrepasa los límites del cinismo, en un país donde un maestro de escuela gana en promedio 30 dólares mensuales y la canasta básica sobrepasa los 500 dólares estadounidenses.

La extravagancia forma parte del estilo de vida de los mal llamados revolucionarios desde hace tiempo. Quien no recuerda la molestia de Pedro Carreño, cuando una periodista le cuestionó el uso de corbatas Louis Vuitton, en un país en el cual, literalmente la gente muere de hambre. Esta marca y otras de la alta costura europea, son las favoritas de ministros, diputados, enchufados y familiares. Porque para la doble moral se adquiere mayor prestigio cuando se muestra la firma. Para estos sinvergüenzas que de la noche a la mañana se convirtieron en millonarios, el capital simbólico entre su misma gente adquiere un valor importantísimo.

Particularmente conocí de unos boli burgueses en el estado Carabobo, con fincas en donde tienen animales exóticos al estilo Pablo Escobar. Además, para el cumpleaños de un familiar regalaron una jirafa. Si, leyó bien, una jirafa. Ahora, ¿cómo llegó el animal a ese lugar burlando controles nacionales? Caso digno de investigar. El asunto va más allá. Enchufadas y familiares de funcionarios maduristas viajando a parir a Estados Unidos en aviones privados; se van de compras a las islas caribeñas, arman espectaculares saraos en Los Roques y se van de viaje con frecuencia a Europa, en donde han adquirido lujosas viviendas y mantienen es secretos cuentas bancarias millonarias.

Esta extravagancia ya dejó de ser un secreto a voces. Es un asunto público y no se esconde. Mientras este cuestionable estilo de vida se exhibe a todo dar, la gente se sigue preguntando qué ha pasado, por ejemplo, con las investigaciones por corrupción y malversación de fondos en PDVSA, caso en el que están comprometidos unos 21 mil millones de dólares por la comercialización irregular de petróleo a través de intermediarios. A la fecha no hay nuevas declaraciones del fiscal general y las dudas no han sido despejadas. Se hace urgente visibilizar y denunciar este doble discurso en una Venezuela cansada de tanto saqueo y sinvergüenzura. No hacerlo nos convierte en cómplices.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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