No importa el tiempo que pase, ni la distancia. Daniela Pérez, como todos los migrantes de Venezuela, tiene al país grabado en el alma, en sus recuerdos, y no hay manera de desconectarse de su realidad.
Tiene 22 años y, cuando apenas tenía seis, migró con su madre y sus abuelos maternos a Estados Unidos con la finalidad de conseguir mejores oportunidades de vida. Desde siempre fue muy duro para ella estar lejos de Valencia, su ciudad, su urbanización, su papá y sus abuelos paternos.
La última vez que visitó el país fue hace ocho años y, desde entonces, ha encontrado las formas para mantenerse en contacto con sus raíces, con los parques en los que corría, jugaba, y sobre los que su familia tiene mucha historia.
No ha sido fácil. Con las fallas de conexión que existen en Venezuela es una comunicación llena de mucha tensión para los migrantes, pero insiste una y otra vez hasta lograr escuchar la voz de sus seres queridos o verlos a través de una pantalla.
“A lo largo de los años, más miembros de mi familia comenzaron a dispersarse, particularmente en los últimos cinco años, frente a la severa crisis política y económica en Venezuela. La mayoría de los que vivimos en el extranjero no hemos podido volver al país durante por lo menos tres años, lo que significa que hemos tenido que conectarnos con nuestros seres queridos principalmente a través de medios digitales”.
Es una experiencia que le sirvió de inspiración para realizar su tesis creativa sobre la comunicación y las comunidades virtuales en la diáspora venezolana, que se convirtió en una instalación virtual y serie de videos que reflejan los lazos de amor y comunidad de su familia que se encuentra dispersa en el mundo.
Tesis de amor para los migrantes
Daniela conoce muy bien las fallas que se presentan al momento de comunicarse con su familia. “Es como una representación de mi relación con Venezuela y mi pasado”. Son varios los factores que amenazan con impedir que esa conexión constante de los migrantes con su gente, incluyendo la infraestructura defectuosa, las dificultades técnica y el horario trabajo perpetuo de muchos.
Es por eso que, tras pensarlo mucho e investigar sobre qué haría su tesis para graduarse becada en la Universidad de Harvard en las carreras de Historia y Literatura Latinoamericana, y Arte y fotografía, que estudió en simultáneo, no tuvo otra respuesta mejor que retratar su experiencia como una manera de conectar con el resto de los migrantes.
Fue así como realizó seis cortometrajes, en un seriado que tituló “Los amo a mucho”, a partir de videos familiares, notas de voz y fotografías panorámicas encontradas en la web.
Su objetivo era claro: reflejar la diáspora venezolana y las diferentes formas en que los venezolanos han usado las redes sociales y la tecnología para crear comunidades por internet y redes de solidaridad.
Y lo logró. Pudo explorar cómo los venezolanos están creando un archivo de los lugares que significan tanto para ellos, de esos sitios que han cambiado tanto durante la crisis y que quienes están en el extranjero extrañan tanto sin tener la posibilidad, en el corto plazo, de visitarlos.
La Valencia de antes
En sus videos hay una recopilación de momentos felices compartidos con su familia en Venezuela cuando era una niña, notas de voz, fotos que le mandan sus abuelos casi a diario y hasta el relato de noticias del país, pero con imágenes que llenan de nostalgia a quienes se han ido y que pueden visualizarse a través de https://daniperez.squarespace.com
Actualmente, Daniela realiza una maestría de educación y trabaja como docente de literatura en inglés y español a alumnos de 8vo grado en Chelsea, Masashussets, y espera poder regresar a Venezuela pronto, caminar por sus calles, disfrutar de su país y abrazar a los suyos.
