“No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos”, Papa Francisco

Período de cuarenta y seis días, desde el miércoles de ceniza hasta la víspera del domingo de Resurrección, en el cual algunas iglesias cristianas preceptúan ciertos días de ayuno y penitencia en memoria de los cuarenta que ayunó Jesús en el desierto.

La Cuaresma es el tiempo litúrgico del calendario cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua. Se trata de seis semanas de purificación e iluminación interna, celebrado en las iglesias católicas. Copta, ortodoxa, anglicana, incluyendo algunas evangélicas aunque con inicios y duraciones distintas.

En su mensaje, el Santo Padre recuerda que la Cuaresma es “un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado” y animó a reflexionar sobre el tema del Mensaje que se basa en una exhortación de San Pablo a los Gálatas.

En el rito latino, la Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y se extiende hasta la hora nona del Jueves Santo. por lo que no incluye la Misa de la Cena del Señor. La duración de cuarenta días proviene de varias referencias biblícas y simboliza la prueba por la que pasó Jesús al permanecer durante 40 días en el desierto de Judea, previos a su misión pública. También simbolizan los 40 días que duró el diluvio universal, además de los 40 años de la marcha del pueblo israelita por el desierto, y las 40 décadas que duró la esclavitud de los hebreos en Egipto.

A lo largo del tiempo de Cuaresma, los cristianos son llamados a reforzar su fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión. La Cuaresma tiene seis domingos incluyendo el Domingo de Ramos, en cuyas lecturas los temas de la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón son dominantes. Es, por excelencia, el tiempo de conversión y penitencia del año litúrgico. Por eso, en la misa católica no se canta el Gloria en los ritos iniciales (excepto el Jueves Santo, en la misa de la cena del Señor, con el que inicia la Pascua o en fiestas y solemnidades: La solemnidad de San José y la Anunciación siempre cae en Cuaresma), ni el Aleluya antes del evangelio.

El color litúrgico asociado a este período es el morado, asociado a la penitencia y el sacrificio, a excepción del cuarto domingo que se usa el rosa, mezcla de morado y blanco. El Domingo de Ramos, llamado Domingo de Ramos de la Pasión del Señor o 6º Domingo de Cuaresma, se usa el color rojo por ser ya la celebración en día de precepto de la Pasión de Cristo.

El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma, se realiza el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente de los fieles católicos. La ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior al ser estos quemados. Mientras el sacerdote impone la ceniza dice una de estas dos expresiones: «Arrepiéntete y cree en el evangelio» (Mc 1, 15) o «Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver» (Gén 3, 19).

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

En la Cuaresma, Cristo invita a cambiar de vida. La Iglesia invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Invita a vivir una serie de actitudes cristianas que ayudan a parecerse más a Jesucristo, ya que por acción de los pecados, se alejan más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, se ha de arrojar de los corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen al amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, se debe aprender a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto se aprende también a tomar la cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

“No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario ‘orar siempre sin desanimarse’ (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa.

Con la pandemia se ha palpado la fragilidad personal y social. Que la Cuaresma permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no se puede tener estabilidad (cf. Is 7,9). Nadie se salva solo, porque se todos están en la misma barca en medio de las tempestades de la historia; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque solo el misterio pascual de Jesucristo concede vencer las oscuras aguas de la muerte”, advirtió el Papa.

Chichí Páez
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