Se está ante un mundo raro: su acelerada presencia es consecuencia de la pandemia de la ECoVi-19 y no es su causa. É. Arenas P.

Un análisis de expertos para The Economist trata del «Futuro que nos espera» basado en las decisiones impuestas por la élite global del Nuevo Orden Mundial. Lo que sigue resume parte de «la nueva normalidad» (LNN):

Se replantean metas personales y organizacionales: un cambio de pensamiento con transformación del comportamiento. El modelo laboral anterior se sustituye: LNN busca su camino con la fase transitoria actual de modelo mixto (presencial – remoto).

Con excepción de los trabajos ineludiblemente presenciales (bomberos, aduana, etc.), la labor es desde una casa tecnológicamente dotada con asistentes digitales que favorecen el teletrabajo con reuniones de juntas en espacios con soluciones de vanguardia tecnológica inalámbrica con videollamadas (WhatsApp, Zoom, etc.), una plataforma electrónica mide e informa el rendimiento, merman los viajes a congresos, desaparece el turismo laboral y el hotel de convenciones. Robots cumplen muchas funciones, la inteligencia artificial maneja operaciones complicadas. El desempleo sube por despidos cuantiosos debido a causa multifactorial y no sólo por la crisis económica. Nuevos patrones de consumo y modos de negociar, el comercio en línea crece, muchas tiendas físicas cierran y vacían locales de centros comerciales.

Nadie quiere la vorágine del tráfico ni de la oficina. Las plataformas que apoyan el proceso decisorio son bondadosas. Un gran lastre: la dificultad para trabajar en equipo presencial y remoto. La salud mental es un tema recurrente y hay plataformas que ayudan a la gente que vive aislada a sobrellevar su agresividad, angustia, depresión, soledad y temor: piensan en lo pasado y en el futuro a enfrentar.

El sistema médico se adapta a lo distante con tecnología digital. Lo «normal»: una consulta médica en teleconferencia.

Con esta nueva realidad en el mundo de dispensar servicios de salud y por la preocupación del equipo humano de GA ante el resurgir del virus, se contactaron a varios profesionales de dicho entorno para tratar de determinar las variables de los nuevos escenarios y lo que se transcribe a continuación, se piensa que así serán los escenarios futuros de salud.

Puede ser que esto termine siendo como lo describe The Economist y es fácil entender que haya gente que escriba eso, pues hay médicos (no pocos) que sólo preguntan qué se siente, cuándo y cómo empezó, cuáles otros síntomas ha tenido y -si son muy indagadores- averiguan un(os) detalle(s) más, piden complementarios (laboratorio, rayos X, ecografía, etc.) y… sin examinar al paciente (inspección, palpación, percusión, auscultación, etc.); aun sin diagnóstico preciso… indican lo que prescriben, lo cual hace pensar a muchos que actuar así es… «lo normal, como debe ser» (la opción válida: esto o nada), cuando que en realidad eso es… lo improcedente, un sinsentido que suscita miedo y tensión (particularmente en los médicos buenos -científicos legítimos, nobles e inmaculados, fieles a su juramento- que examinan y que se sienten traicionados, puesto que hay quienes -en tono áspero- les acusan de ser pornográficos al pedir quitarse la ropa para examinar, pues… otros galenos no hacen eso).

Ante esto y para percatarse de la equivocación, basta preguntar ¿cómo diagnosticar patologías sin actuación presencial (p.ej: peritonitis sin hacer la maniobra de Blumberg o perforación intestinal sin escuchar el signo de Jaubert o una disfunción motora prensil sin dar la mano al paciente para percibir su fuerza muscular) y cómo oler remotamente el aliento a manzana del diabético, abandonando la ciencia empírica, para decidir qué hacer?

Esto es suficiente para admitir que la evolución que sucede no es del todo perfecta (el florecimiento de la tecnología y el teletrabajo trae ventajas y desventajosos efectos colaterales) y se necesita de quien vigile tenazmente su avance, detecte toda mínima desviación en el rumbo para reencauzarlo -honrada y noblemente- hacia lo idóneo: la posibilidad de reparación y rehabilitación existe.

Este escenario -en fase activa de mutación evolutiva con redefinición de directrices- es desafiante y pide líderes que se adapten al cambio que ocurre (que no cesa de cambiar) y que les toca guiar en favor del propósito personal y el de cada organización. Mucho que hacer, mucho que rediseñar; simplemente: hay que hallar nuevas rutas de liderazgo holístico.

La Nueva Normalidad necesita de un liderazgo excelente (ético, capaz, valiente, inteligente, inconformista, infatigable y más) que se percate detalladamente de lo que acontece -entre otros: en lo educativo, lo formativo, lo actitudinal y lo gerencial- para poder orientar -mediante la fuerza correctiva de la luz del ejemplo positivo- a la élite y a la masa obediente hacia lo óptimo (el bien común anclado en principios y valores) y no hacia lo que terminará con todos por medio de los efectos de la manipulación a través de hipnosis global con propaganda relativa a LNN (fruto del tiempo y del mundo, con un modelo nuevo de vida con daños terribles y falta de referentes) que buscan implantar con el condicionamiento de nuevos patrones de pensamiento y comportamiento donde lo escondido se desnuda: el infantilismo, la ingenuidad, el pensamiento mágico, la docilidad pasiva incondicional, el conformismo, la mediocridad, el sometimiento, la disfuncionalidad, la insensatez, la desidia, el desarraigo, el desencuentro, la inmoralidad, la apatía, la indiferencia, el lenguaje «inclusivo», la falta de ética y la vileza (un pandemonium, un cataclismo deletéreo, una auténtica tragedia en curso, una baraúnda perversa, una pesadilla que invade y es aplaudida).

Si éste es el «Futuro que nos espera»: La Nueva Normativa ¡no es buena en todo!; entonces: a proceder asertivamente…

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Chichí Páez
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