Venezuela, otrora paradigma del mundo en desarrollo, se enfila rumbo a un precipicio, la nave en la cual cruzamos la encrucijada de esta pandemia, no es la misma aunque la marea si lo es, la incertidumbre y el efecto que aterra al ser humano, se convierten en mecanismos de parálisis social, es necesario también insuflarnos calma, reconfortarnos, esperar en medio de la incertidumbre que nuestra realidad basada en la logoterapia, nos permita buscar él porque para seguir viviendo.

Sabemos lo grave de la situación económica, las cifras de inseguridad alimentaria y desnutrición reveladas por la ENCOVI son demoledoras, el quebrantamiento también lo ratifican la ONU y la FAO: en 17 meses el gobierno de Venezuela supera en excesos y crímenes a las más homicidas dictaduras de derecha del cono sur, son noticias terribles que escandalizan y hace perder la esperanza.

Lo ratificado por Bachelet demuestra que esta brutalidad al exceso supera la postura de las izquierdas, es crueldad densa, dura y pura, maledicencia. Invito al lector a consultar estos informes sobre los atropellos cometidos, quizás la proxemia de las atrocidades del cono sur son muy cercanas a los desmanes del chavismo y por ende hasta la doctora Bachelet ha de desproveerse de su cercanía hacia las izquierdas y reconocer que los atropellos de Pinochet, en Chile y la Junta de Videla, Mansera y Galtieri en la Argentina, son los mismos de la tropical y laxa Venezuela.

Los países no tienen cajetines de luz, para ser cerrados y apagar la luz, tampoco hemos tocado fondo, aún falta mucho horror por ver, más si a la ruinosa situación de la miserable Venezuela, ahora más pobre que la diminuta Haití, se le adiciona el riesgo de la pandemia, que parece haber llegado a niveles de crecimiento exponencial, como exponencial es nuestro horror. Sin embargo, como tarea para la auto imposición de la racionalidad y da la resiliencia, es menester hacer logoterapia, encontrarle un sentido práctico a nuestras vidas, acudir al estoicismo de Frankl, haciendo la necesaria salvedad que estoicismo no es conformismo.

Como docente me corresponde transmitir calma en medio de la entropía, insuflar serenidad y hacer un ejercicio de imaginación, para planificar una eventual recuperación del país, pero refundándolo de sus taras ancestrales, defenestrando el nepotismo y el amiguismo, dignificando la función pública, jamás la adjudicación de un cargo por vías distintas al talento, pues el hecho de promover y aceptar un cargo para el cual no se está preparado, constituye un acto de corrupción, y esos polvos trajeron estos lodos.

Soñar en una Venezuela distinta ya es una tarea adelantada por el economista Gerber Torres, nos corresponde hacerla mucho más distinta para el bien, que las magnitudes de cambio propuestas en esa obra, pues el daño inoculado no es el mismo.

Sueño con una Venezuela basada en el sueño republicano y federal de Juan German Roscio, una con atomicidad de municipios, en los cuales los alcaldes no sean una suerte de reyezuelos, sino servidores públicos, y que además vivan en los municipios que gobiernan, así se garantizará el verdadero sentido de pertenencia, con ciudadanos cuyos derechos sean siempre respetados por el Estado, la ciudadanía subordinando al Estado, a la religión y en sentido amplio al poder, una Venezuela en donde los ciudadanos no estén al servicio del Estado, sino el Estado esté al servicio de los ciudadanos, una Venezuela con menos balas y más libros, con más maestros y menos militares, con más universidades y menos cuarteles, más profesores y menos generales, en donde las condecoraciones militares queden eclipsadas por las dichosas medallas de la academia, la Venezuela de las togas y los birretes por encima de la de las botas y los fusiles.

El sueño se debe materializar y para ello, recuerdo el canto de Labordeta, quien era de izquierda, pero cuyo canto denuncia esta cosa informe que llego hace 22 años para robarnos el país, Habrá un día en el que pondremos a esta tierra el nombre de libertad. Espero poderlo ver, escuchar los campanarios dichosos tañir, para indicar el fin de la injusticia y honrar a los caídos gritando “libertad”, en ese concurso de campanas también estará la nuestra, la de mi Universidad, libre autónoma y centenaria.

Debemos hacer lo posible por empujar los caminos hacia la libertad, correremos el riesgo de que ese día y esa hermosa mañana ninguno la lleguemos a ver, sin embargo debemos forjarla para que pueda ser, una mañana limpia con un viento que arranque la inequidad de años de destrozos contra la libertad. Ese deseo debe ser el como para vivir, la razón para soportar, la justificación para la lucha.

Entonces ¡Habrá un día! para la decencia, el mal ha durado mucho, los tiempos que vienen tienen y deben ser mejores, en ellos debe de reinar la justicia, la solidaridad y la verdad, preparémonos para recibir esa mañana, con la valiente convicción de que tal vez, no la veamos en el trascurso de nuestras vidas terrenales, pero la tarea para construir un camino seguro nos compele con esa tarea, la tarea es labrar ese momento, el día en el cual veremos que en nuestra Venezuela se ponga la palabra libertad, para evitar volver caer en el atajo de la estafa y el odio.

La recomendación es revestirnos de estoicismo para hacer llegar ese día, compatriotas y lectores. ¡Habrá un día! que también tendremos justicia y decencia, solo así refundaremos el país. La tarea es titánica, pero nuestra capacidad de hacer el bien es infinita y así como las bestias destruyen en segundos, guiados por el mal, nosotros en contrapartida construimos desde la progresividad, la bondad y la decencia, que es en fin la esencia del ser humano.

Venezuela y Carabobo, ¡Habrá un día! Y ese momento esta cerquita, el amanecer con un sol en forma de arepa, nos espera para recibir desde los cuatro puntos cardinales a los que se fueron, juntos quienes soportamos con estoicismo y quienes se fueron con el alma partida en dos, construiremos un país mucho más rico que los recursos del subsuelo, nuestra riqueza se encontrará embridada en nuestros genes, en el deseo de educar para no repetir este legado de odio y para reconocernos en amabilidad y bonhomía. Así será y el reto estriba en prepararnos para ese día. “Cuando no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos en el desafío de cambiarnos a nosotros mismos” Viktor Frankl.




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