Este mes de julio las ocupaciones me llevaron a visitar distintos rincones del país y ya una vez de regreso, no puedo menos que desahogar la frustración de presenciar las grandiosas oportunidades productivas que tenemos como nación, junto a las inmensas carencias que hoy en día nos agobian y que explican todo lo que estamos viviendo.
Primero a Maracaibo, con el regocijo de ver nuevamente nuestro imponente lago con su enorme potencial energético. Lo advertimos derruido por la contaminación y la desidia oficial. Kilómetros de oleoductos subacuáticos faltos de mantenimiento gotean incesantemente su rico manjar en una odiosa profanación de inconmensurables daños ecológicos, además de económicos.
Los desechos orgánicos y las aguas residuales vertidas en el lago por la carencia de plantas de tratamiento han resultado en una considerable contaminación adicional, propiciando el crecimiento anormal de bacterias tipo algas conocidas localmente como verdín, altamente dañinas para la salud de las personas y gran número de especies. Todo ello resulta en un inmenso estanque sucio, maloliente e increíblemente teñido de verde. Hay que verlo para creerlo.
El canal de navegación del lago continua falto del necesario dragado que permita a barcos de gran calado entrar para cargar y transportar mayor cantidad de nuestra rica dote negra. Que por demás sería un bienvenido auxilio a las extraordinarias penurias que actualmente vivimos. “Maracaibo ha dado tanto que debiera de tener carreteras a granel con morocotas de canto”. Para eso hay que dragar el canal, tratar los efluentes y ocuparnos de la riqueza gasopetrolera.
Luego a El Vigía, merideña población en una zona de tierras muy fértiles. Por razón de la cercanía con las instalaciones del cliente visitado avistamos la soberbia planta termoeléctrica Don Luis Zambrano, entregada por su contratista a total satisfacción y perfectamente operativa en el 2013, con diseño para generar hasta 470 MW. Pero ¡habrá usted de creer! A pesar de ser un logro del actual régimen, está cerrada, apagada y olvidada.
El monte y la desidia se tragaron esta imponente obra que apuntaba muy apropiadamente a atender una de las mayores carencias nacionales, como lo es el suministro eléctrico. Ahora bien, por qué se encuentra totalmente desahuciada y perdida entre la maleza es un oscuro misterio imposible de resolver para mí. ¿Será que no importa?
El combustible es una pesadilla diaria. La vía hacia el Táchira, arteria crucial para los ganaderos y demás productores de la región está prácticamente intransitable, con tan sólo algo de asfalto entre la perenne huecamentazón en ese tramo de la carretera panamericana. Para más miserias, el puente sobre el río Onia se cayó y -por ahora- hay que usar una estrecha trocha improvisada por los lugareños. Como dicen en el campo, además de mojao’, llovío’.
Tan solo dos claros ejemplos de zonas con inmenso potencial de aportar a la creación de riqueza nacional, pero que hoy, al igual que todas las demás, se encuentran inmersas en el más completo abandono.
Y es que en general, todas las regiones del país pueden generar abundante riqueza y empleo, con la consecuente mejora en la capacidad de consumo, que sería más que suficiente para rescatar nuestra economía y mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo. Siempre claro, que eso sea lo que queramos.
Pero ¿hasta cuándo habremos de decir lo mismo? Hasta cuándo tenemos que reiterar que con tan solo un mínimo de apoyo institucional lo demás lo podemos hacer los empresarios. Hasta cuándo debemos esperar por un estado que se niega a crear las condiciones para que el país sea próspero, para que todos tengamos acceso a oportunidades de mejoras sociales y económicas. ¿Hasta cuándo?
La letra de aquella canción que interpretaba magistralmente Conny Méndez, Yo Soy Venezolana, decía “A mi tierra bajaron los santos del cielo y dijeron aquí nos quedamos, aquí hay un paraíso, no hay hielo y granizo como allá de donde bajamos…”.
Dios fue muy generoso con nosotros, lo tenemos todo para prosperar, como bien supimos por años. Ahora bien, claramente necesitamos gobernantes que quieran a esta tierra y la hagan de nuevo florecer.