MARGARITA. “Margarita es una lágrima que un querubín derramó y, al caer en hondo piélago, en perla se convirtió”

Es una copla de un poeta anónimo que hoy, más que nunca, tiene vigencia pues las perlas son para los que tienen que ostentar y disfrutar de sus bellezas, muchas de ellas, vírgenes. Los habitantes, gente humilde en su mayoría, tienen vedado disfrutar de aquel paraíso descubierto por Cristóbal Colón en su tercer viaje que le dio ese nombre en honor a la princesa Margarita de Austria y cuyos ojos eran tan azules como son las aguas  margariteñas.

Desde los primeros tiempos de la Conquista, Margarita fue un botín que enriqueció a la Corona Española por la riqueza infinita de perlas, perfectas y colores jamás vistos. En la tarea de poseerlas, fueron miles los indígenas que murieron obligados por los conquistadores, a extraerlas desnudos sin ninguna protección.

Pero era una riqueza que no dejaba ningún beneficio

Pero era una riqueza que no dejaba ningún beneficio, porque las botijas de perlas pasaban directamente a las cortes europeas para la elaboración de joyas para los monarcas, que aún asombran por su perfección. Este negocio se mantuvo hasta fines del siglo XIX cuando pescadores libaneses de perlas se asentaron en la isla, especialmente en Porlamar, de donde son oriundos los Abuhamad, Bichara, Divo, Haiek. Pescadores humildes se encargaban de extraer, “esjullar”, de las madres perlas, las joyas que vendían a precios irrisorios. Es decir las relucientes perlas. El molusco es lo que se conoce, en Magarita, Coche y Cubagua, como “tripa e’ perla” que guisada o fritas, llevan pocos aliños. Antiguamente, la extracción de estos moluscos estaba vedada cada dos años. Ahora, se hace todo el año, después de que las perlas cultivadas sustituyeron a las legítimas. Razón por la cual hay madres perlas, pero no tienen perlas por falta de tiempo para crecer.

La población de la isla siempre ha sido pobre aunque el margariteño mantiene espíritu alegre y jovial que es uno de los atractivos insulares. Como, siempre la sequía hace daños. Y en los años 60 hubo la ilusión de que este problema se había acabado con la instalación del Acueducto Submarino, durante el gobierno de Rómulo Betancourt, que lleva agua desde el río Cancamure en el estado Sucre, hasta Margarita. La alegría por una mejor calidad de vida se puso de manifiesto con el servicio de ferrys que comunicaban con Cumaná y Puerto La Cruz.

La creación del Puerto Libre convirtió a la isla en un centro de riqueza, aunque sin productividad, con el agravante de que la mayoría de inversionistas, que recibía los dólares preferenciales del Gobierno nacional, para mercancías a bajo costo, los dedicaban al propio beneficio, por lo cual los precios de la isla eran casi similares a los de tierra firme.

El comercio decayó y las  tiendas de los insulares tuvieron que cerrar, incrementando el desempleo, mientras que los extranjeros se establecieron en Panamá y en otros países.

La isla, que es uno de los más bellos lugares del Caribe, comenzó a padecer la invasión de gente de los estados vecinos que llenaron, a la isla  de ranchos, incluso una extensión considerable, a orillas del mar, para un campo de golf y otros deportes internacionales. La expropiación, por parte del Gobierno nacional, de un puerto turístico con instalaciones de primera para recibir cruceros, con el argumento de que iba ahuyentar los cardúmenes de sardinas que pasaban por el puerto de Porlamar rumbo a Pampatar fue otra de las arbitrariedades que detuvieron la inversión en la isla.

 

LINDA MARGARITA

Margarita tiene lugares de extraordinaria belleza.

Su capital, La Asunción, es una de las ciudades que ha conservado intacto el estilo español con la primera Catedral construida en el país; y la basílica de Nuestra Señora del Valle, patrona del oriente venezolano, la iglesia de Santa Ana del Norte, donde Bolívar fue declarado Libertador, después de la expedición de los Cayos; playas emblemáticas como la del Agua, sin duda más atractiva que Varadero, en Cuba; playa Guacuco, playa Parguito, El Tirano, Manzanillo, Guayacán, Pampatar y Juan Griego, donde se puede apreciar uno de los atardeceres más espectaculares del Caribe.

La parte menos conocida de Margarita es la península de Macanao, donde el tiempo parece haberse detenido por falta de agua… Allí hay pueblos encantadores de pescadores y dos playas que son un sueño; la inmensa Punta Arenas y La Pared, que son sitios paradisíacos donde se puede disfrutar la auténtica comida margariteña  y su bonhomía.

Sin embargo, en este lugar idílico, la vida es dura para los habitantes. El agua la ponen cada quince días, no hay comida y la que se consigue es a precios dolarizados. La gente está aterrada ante el porvenir, porque el pescado, que era la base de alimentación, no se consigue porque casi lo expenden a moneda extranjera.

Margarita vive un drama que contrasta con sus bellezas naturales. Como dijo un pescador, Margarita quedó para los turistas con real.




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