Indígenas exigen respeto a su cultura en políticas anticoronavirus de Brasil
/ Foto: Cortesía

La COVID-19 coloca a los indígenas de la amazonía brasileña ante la encrucijada de permanecer en la aldea, con pocos recursos médicos, o ir a la ciudad arriesgándose al contagio y al desarraigo cultural de no poder celebrar un necesario ritual fúnebre.

Lucita Sanoma vivió esta violencia en los huesos el 25 de mayo, cuando su bebé de dos meses falleció y se le enterró con sospecha de coronavirus en Boa Vista, a más de 300 km de su hogar, sin que ella estuviera al tanto, contrariando su cultura yanomami que crema a sus difuntos.

Las autoridades «tienen que entender y respetar la cuestión cultural», afirmó el líder indígena Mauricio Yekuana, en referencia a Lucita y otras tres madres confrontadas al mismo drama.

«Quiero llevar el cuerpo de mi hijo a mi aldea (…), necesitamos llorar juntos», dijo a la AFP Lucita a través de un intérprete.

Limbo emocional

Menuda, cabello negro por los hombros, la mirada al suelo, la joven sanoma (subgrupo yanomami) se enjuga las lágrimas mientras describe en su lengua su limbo emocional.

«Fui directo al hospital con mi hijo (…). La última información que recibí es que murió. Nunca más lo vi», cuenta con una voz suave, rítmica, filtrada por una mascarilla que sólo deja descubiertos sus ojos, casi cerrados.

No poder realizar el luto con la comunidad resulta «una falta de respeto, que va a afectar mucho psicológicamente a la madre», explica Junior Yanomami, presidente del Consejo de Salud Indígena Yanomami.

Lucita volvió a su aldea en la región de Auaris, en la cabecera noroeste de Brasil. El cuerpo de su hijo sigue en una tumba sin lápida en un cementerio de Boa Vista, hasta que la justicia decida si podrá regresar a casa para que sus familiares puedan velarlo y superar el luto.

Equipos propios

Para Mauricio Yekuana, esas situaciones resultan de políticas sanitarias que desconsideran la perspectiva indígena. «El gobierno quiere imponer y obligar a los indígenas a escuchar lo que quiere hacer» y «los usa para hacer propaganda», dijo a la AFP.

Yekuana explicó que las familias decidirán dónde recibir tratamiento a medida que los casos se presenten, pero como alternativa la comunidad lanzó una campaña para comprar sus propios respiradores y equipos y evitar ir a la ciudad.

«Este es un gran desafío que asusta a los habitantes de la región», dice. Mientras tanto, las aldeas enfrentan el coronavirus con medidas como el distanciamiento social y equipos de protección.

Bolsonaro veta facilitar condiciones y auxilio

Un desafío aún mayor bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, que el martes vetó trechos de una ley que obligarían al gobierno a facilitar condiciones sanitarias y de auxilio de emergencia a los indígenas, alegando que no especificaba los recursos presupuestarios con los cuales se sufragarían.

Según el sistema de salud indígena, que sólo contabiliza a quienes viven en las aldeas, hay más de 8 mil casos y 187 fallecidos de COVID-19. Cuatro óbitos y 186 casos se registran entre yanomami, la mayoría contagiados en la ciudad. Otros tres óbitos, como el hijo de Lucita, están bajo sospecha.

Aunque no hay casos confirmados en Auaris, hogar de unos 4 mil yanomami y yekuana, la preocupación es visible. Muchos habitantes usan máscaras y guantes y la palabra ‘coronavirus’ entró en el vocabulario.

«Tenemos miedo», dice Paulo, un cacique que usa máscara, viste camisa y short y usa una flecha como bastón. Cuenta que muchos se internaron selva adentro huyendo del virus.

Las Fuerzas Armadas llevaron a Auaris equipos de protección, medicinas y asistencia. «Que no se atrevan a amenazar nuestra Amazonía», está inscrito en la entrada del Pelotón del Ejército donde se realizaron test rápidos de COVID-19.

El cielo azul encandila con su brillo pero en segundos queda cubierto por nubarrones que desatan una lluvia ensordecedora. El aguacero no detiene a los niños que juegan al fútbol en el descampado del pelotón y saltan en el pequeño parque junto a una de las porterías.

¿Flujo constante?

Alrededor se levanta la sierra que marca la frontera natural con Venezuela, hacia donde se extiende la tierra yanomami que en el lado brasileño alberga a casi 27 mil indígenas en 96 mil km2.

Señalando al verde infinito, el secretario especial de salud indígena Robson da Silva sostiene que el principal motivo de contagio en las aldeas es el flujo constante de los propios indígenas.

Pero para los indígenas, que miden las distancias en tiempo de caminata y navegación, el contacto externo, principalmente por vía aérea, tiene la responsabilidad de introducir un nuevo virus en esta región que por décadas ha servido de escenario a la violencia e invasiones de mineros ilegales.

«Sin eso, estaríamos tranquilos», dice Mauricio Yekuana, protegido por una máscara que contrasta con los trazos negros de jenipapo alrededor de sus ojos.

© Agence France-Presse




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