Un líder con alta inteligencia emocional puede
empatizar con su equipo y comprender
sus necesidades, preocupaciones y aspiraciones.
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El primer reto personal de quien anhela ser líder (conductor) es ¡llegar a ser líder de sí mismo!: si no sabe conducirse, ¿cómo pretender hacerlo a otr@(s)? No puede permitirse estar subyugado a la mediocridad, a la inmoralidad, no aceptar la oposición ni el debate, como tampoco le toca caer en la creencia de que no ha de ser demócrata. Todo lo contrario.
Quien lidera tampoco puede darse el lujo de tener en sí un espacio para la tibieza vergonzosa: le toca buscar la brújula que está en la inteligencia emocional para saber decidir en cuál lado de la historia toca colocarse, partiendo de admitir que la primera historia que ha de escribir es la propia, allí estará su legado, su prestigio, su autoridad, ¡su todo!
Entonces: ¿qué es la inteligencia emocional? Puede decirse que es la conjunción de tres elementos: 1- la capacidad para entender y expresar las emociones (las propias y las ajenas); 2- comprender lo que siente (como primera persona) y lo que sienten l@s demás (no es “intentar” entender lo que siente y lo que sienten; es comprenderlo y enfrentar tal realidad); y 3- ponerse en el lugar de est@s otr@s. Si no alcanza estas metas, no logrará relacionarse bien consigo mismo y con su entorno.
Para lograr ponerse en el lugar de otr@s, hay que conocer el concepto de alexitimia: la incapacidad de identificar, reconocer y/o describir las emociones (los sentimientos). Algo muy importante. Quien no sabe ponerse en su lugar ni en el lugar de otr@s, no sabe relacionarse consigo mismo ni con su entorno acaba sufriendo mucho en sus relaciones con l@s demás, pues le falta inteligencia emocional y se enferma de sufrimiento: ¡sí sufre!
Por esto, hay que educarse en el optimismo puesto que toda situación puede ser vista como “problema” o como “conflicto” (una situación clave que conviene manejar a partir de la óptica del optimismo producto de pensar que se resolverá).
Entonces, entendiendo lo que es el optimismo no ingenuo (la propensión a juzgar desde lo más favorable), resulta fácil admitir que no significa no ser realista, sino esto: tener los pies en la tierra, con la cabeza arriba (llena de ideas, de expectativas, de esperanza: con metas altas, con objetivos exigentes).
Esta virtud, pide saber que existe la “neurobiónica” (también conocida como: neuróbica). Antes se pensaba que las funciones del cerebro eran irrecuperables luego de acontecer un daño encefálico subsiguiente a isquemia (escases o falta de sangre de sus arterias debido a trombosis y/o embolismo) o por hemorragia intracraneal. Ahora, se sabe que pueden recuperarse. Este cambio de concepto lleva a entender que hay células cerebrales (denominadas: neuronas) que asumen las funciones de las dañadas: ¡incluso se ha demostrado que migran desde su ubicación original para ubicarse en la de las dañadas! A esto se le llama “neuroplasticidad”.
Entonces, si la estructuración del cerebro tiene esa virtud, la plasticidad de la mente es indiscutible: basta admitir el cambio mental que va aconteciendo en los seres vivos como consecuencia del aprendizaje: se nace sin saber un idioma y… luego… ¡todos los italianos hablan italiano! Es decir: la mente es sujeto del aprendizaje, del remodelado que puede acontecer espontáneamente o inducido por alguna causa: hay italianos que hablan otro(s) idioma(s) que tuvieron que aprender (por migrar luego de la II Guerra Mundial) o que quisieron aprender por alguna necesidad.
Este mensaje busca hacer reflexionar que conviene disponerse al optimismo, a la esperanza, puesto que esto hace que se abra esa autopista que lleva hacia la posibilidad de mirar y de percibir los asuntos desde una óptica favorable. Téngase presente que Santiago Ramón y Cajal (1852-1934, médico, padre de la neurociencia, premio Nobel en Medicina) dijo: “Todo ser humano, si se lo propone: puede ser escultor de su cerebro”.
Así que toca decidir cuál mente se desea tener: una con disposición optimista o no. Esto es determinante cuando se está ante una situación exigente, ante la necesidad de implementar el gran plan de una gran misión que tiene un objetivo magnífico; p.ej.: dejar un legado maravilloso, pulcro, del cual sentirse orgullos@. Por lo tanto, hay que ubicarse correcta y humildemente: toca entrenar y preparar la mente para esto, sabiendo que el propósito no siempre se logra inmediatamente.
Lao- Tse (571 aC-¿?, pensador oriental fundador del taoismo, filosofía que basa sus creencias en la idea de que todo fluye de manera natural, teniendo en cuenta que toda realidad es subjetiva) dijo: “Quien conoce lo exterior es erudito, quien conoce su interior es sabio, quien conquista a los demás es poderoso, y quien se conquista a sí mismo es… ¡invencible!
Ante una crítica realidad existente: toca ser invencible, partiendo de la perspectiva correcta.
Si se han logrado varias metas de un proyecto de cambio y surge un inconveniente, hay que pasar a la etapa siguiente: la de su enfrentamiento; Así lo exige la historia del emprendimiento.
Si algo es insostenible, pide centrarse en la tarea con la verdad por delante y con creatividad, organización, unión, constancia, comunicación, confianza, firmeza, sagacidad, serenidad, determinación, paciencia, dignidad, estrategia (con todas sus tácticas especificadas, con las pausas programadas; especialmente las destinadas a la evaluación) y mucha inteligencia emocional (predispuesta a asumir e implementar esa flexibilidad que posibilite el amoldamiento conveniente para ir ejecutando -sin miedo, sin deprimirse, procediendo perseverantemente- cada una de las acciones apropiadas, respondiendo exitosamente a cada circunstancia difícil y obstáculo que vaya presentándose: revirtiéndolos, controlando exitosamente la ejecución de correspondiente a cada etapa, teniendo fe en que se alcanzará lo anhelado, sin desesperanza, pues no necesariamente imperará el orden y lo previsible: siempre hay que esperar la ocurrencia de una mezcla confusa de acontecimientos -de avances y retrocesos- que se muestra aparentemente como indetenible: hay y habrá incertidumbre.
No es fácil manejar en la incertidumbre que se presenta por doquier: es difícil porque… ello es una proeza: ¡de donde menos se espera: salta la liebre!; por esto se necesita activar justo-al-caso y en-tiempo-real la inteligencia emocional: ya que se está en días con hechos confusos y ¡toca tener claridad mental: no se puede caer en frustración!
El pesimismo es el nombre del peor virus que penetra y se esparce en la mente. Hay que blindarla, hacerla inmune para no ser contagiados ni diseminarlo a otr@s: ello sería criminal.
La clave de triunfo en toda misión maravillosa está en la disposición de cristalizar el cometido, de no dar vuelta atrás para llegar irreversiblemente ¡hasta el final!
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