La escasez más peligrosa para la población venezolana es la de liderazgo político, que le permita articularse a su alrededor, tener dirección y estímulo a la acción y le devuelva la esperanza de que si se puede…porque si se puede.

Sin rescatar un liderazgo político que genere de nuevo confianza y lineamientos de acción, la capacidad para provocar cambios es nula. La población ni voltea a ver al liderazgo cuando intenta hablarle, por lo que no se entera si han cambiado. Es clave que se restituya la relación, pero eso requiere tres elementos claves: reconocimiento de errores por parte del liderazgo actual, su disposición a apoyar el surgimiento del nuevo liderazgo y su compromiso de no competir por el poder en transición.

El mejor escenario es el surgimiento planificado y articulado de un nuevo liderzgo político, pero eso requiere el concurso de la sociedad civil, la academia, la iglesia y los notables, presionando el cambio interno en la propia oposición y los políticos clásicos entendiendo que el país está por encima de ellos y que no hay forma de reconectarse a corto plazo.

Si quieren que la población se voltee y oiga a los líderes políticos convencionales y los vuelva a respetar, tendrán que darle un palo a la lampara presentándose juntos frente al país y díciéndole en qué han sido exitosos y en qué se equivocaron,  ofreciendo además dedicar su esfuerzo y conocimiento al surgimiento de nuevos liderazgos que den esperanzas y nueva energía a la oposición.

Mientras menos cosas se hagan dentro del país, será menos relevante, importante o determinante lo que se haga afuera, porque la acción internacional sólo puede ser un condimento al plato principal que es el trabajo político interno. El plato perfecto es la carne con sal. Usted pude comer carne desabrida, lo que no comerá nunca es sal pura.

No es verdad que el gobierno se está tambaleando ni que Maduro está boqueando, como le encanta decir a muchos líderes superficiales que creen que se la están comiendo gritando y amenazando, sin fuerza, ni articulación, ni instituciones sólidas, ni popularidad, ni armas, ni confianza de la población, ni plan, ni nada.

La realidad es que a pesar de la crisis y el aislamiento, el gobierno mantiene el poder, controla socialmente a la población dependiente de sus repartos y no tiene adversarios internos fuertes, creíbles y articulados, que representen una amenaza real para Maduro. Su preocupación mayor no es la oposición sino la implosión y esa es una variable incierta y relancina.

Más allá de los deseos (que son válidos y justificados)  está la realidad, irreverente, prepotente y transparente. Y mientras mejor lo entienda la población, más dispuesta estará a articularse y construir alternativas reales, porque no ocurrirá ningún cambio que la propia población no produzca por sí misma.

Crear la falsa expectativa de que todo cambiará por ósmosis (que no existe) o por Marines (que no vendrán) es una estupidez que pagaremos muy caro. Mentir nunca es una buena idea y decir lo que la gente quiere oír, aunque no sea verdad, es como hacerle la tarea al chamito para que la maestra lo aplauda y luego esperar que salga bien en el examen.

luisvleon@gmail.com

 




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