El aislamiento personal en forma de soledad humana es a veces radical, aunque no sea intencionado; es una plaga actual, en un mundo híper conectado e híper vigilante. Así opera el creciente impacto actual del miedo, generado en nosotros por un agresivo mundo físico, cultural, político y cibernético, que nos acosa casi las 24 horas del día.

¡El “martilleo” demoledor de esta interacción, es “ensordecedor”! Ante esta amenaza, es positivo sentir la necesidad de afecto y calor, y anhelar la conexión real con otras personas, grupos y culturas, aunque estas acciones nos produzcan algún daño. Es distinto “estar” a solas, que “sentirnos” solos. La más difícil soledad se siente estando aun en la compañía de otros.

El bienestar emocional no depende de la cantidad de gente que nos rodea. Para superar la soledad, es necesario percibir efectos positivos cuando deseamos lograr más afecto, cuando queramos construir nuevas relaciones, que no dejen huellas de vergüenza ni sentimientos de culpa. Es inevitable sentir soledad en muchos instantes de la vida, y que vivamos esas soledades desagradables, y aun aterradores.

La acuciante necesidad de establecer una conexión, en quien se siente solo, puede intimidar a los demás, generar rechazos y malestar. Esto se debe a que la soledad es una vivencia contraria a nuestro instinto gregario, a nuestra naturaleza social. Paradójicamente, sentirnos solos afecta a muchos, aunque lo sintamos como si fuésemos los únicos solitarios. Podremos avanzar al contrarrestar o normalizar el sentimiento negativo de la soledad; y si combatimos el estigma y vergüenza que rodea a la soledad, tanto en nosotros, como en el medio social donde estemos…

¿Es la soledad intrínseca a la condición humana? Como ocurre al sufrir penas, y compararlas con la alegría o la angustia, o con complejas experiencias íntimas, la soledad siempre se desarrolla a partir de situaciones inesperadas, y aun de apariencia muy simple, como cuando cambiamos de trabajo o del estado civil actual (divorcios, matrimonio, etc.), al mudarnos a una nueva casa, al ocurrir la muerte de un familiar.

Nos cuesta admitir que nos sentimos solos y estamos deprimidos, pero si procedemos a derribar ese gran tabú, y pasamos a concebir la soledad simplemente como una experiencia extraña, variada, como un evento más, que puede resultarnos interesante y hasta creativo, la situación se hace manejable y al alcance. Las redes sociales e Internet nos hacen creer que los demás, o parte del mundo, viven experiencias superiores y mucho mejores que la nuestra, en sitios preciosos, rodeados de muchos amigos, con plenitud de éxitos, felicidad intensa y risas. Al comparar esta situación irreal, nuestra vida nos parecerá un total fracaso…

El manejo adecuado y beneficioso de la soledad es un asunto de real importancia. Significa que podemos pasar de una vivencia negativa, improductiva y hasta errónea, a una vida apetecible, que utilicemos para crear, para pensar y para un encuentro interior, deseado, y manejable por nosotros mismos…




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