El renacimiento es época de redescubrimientos y de integración de Europa a los valores de la cultura occidental creados en Grecia e Italia. Destaca su brillo en el arte, en la filosofía y en la política.

Menos reconocida es una cuarta contribución que nace en Florencia con la aparición del humanismo cívico. La expresión alude a la importancia de la vida de la ciudad en la vida de la gente; en cultivarse como sujetos activos en ese lugar que nos pertenece y pertenecemos. La pasión por lo cívico es devoción y acción para transformar una ciudad en la mejor de todas.

Es probable que en el estallido emocional que liberan ciertos sitios;en el reconocimiento de acontecimientos; en los recuerdos y en el regocijo de vivir en ella, eche sus raíces el concepto de Valencianidad.

El origen de la noción es polémico como la fecha de fundación de la ciudad. Quizá personas más versadas en el tema como el historiador Armando Martínez, el Dr. Carlos Cruz, el rector Mercado, el antropólogo Nelson Acosta o Carlos Aguilar que viene de la Valencia profunda puedan ahondar en relatos mejor fundados.

Es importante porque son aspectos del gentilicio que hay que transmitir a los habitantes actuales de Valencia y a las jóvenes generaciones de ciudadanos que se forman en tiempos de crisis, incertidumbres y autoritarismos.

Ignoro las formas actuales de la noción de Valencianidad o si el concepto ya no es un elemento articulador en las élites y entre ellas y la gente. Los que hoy mandan lo rechazan porconservador y para los ciudadanos es un elemento huidizo e intangible. Es tan evidente el riesgo de olvidar la historia local, descuidar la formación del legado de la ciudad y apartarse de su evolución o involución urbanística, ambiental, productiva, social y cultural que se nombran funcionarios para preservar ese patrimonio. Afortunadamente hemos tenido buenos cronistas de Valencia como Alfonso Marín, Mujica Sevilla y ese vocacional protector de nuestra memoria histórica que fue Alfredo Fermín.

Uno de los iniciadores del sentimiento de orgullo por Valencia fue José Antonio Páez. Ese sentimiento tenía en él tres atributos: ejercicio del poder, posición económica privilegiada y amor por la ciudad en la que vivió por varios años.

Páez fue un hombre de lanza, pólvora y títulos militares ganados en batalla. Pero aquel jinete surgido de la sabana llegó a ser también una persona de cultura. En su casona valenciana eran frecuentes las veladas de mundo, algunas animadas por obras de teatro. Incluso en 1829 él interpretó el Otelo de Shakespeare. Fue compositor, cantante, recitador, tocaba maracas, guitarra, violín y piano. Políglota, hizo pequeñas traducciones del francés y escribió su autobiografía en su exilio de New York.

Pero esa valencianidad remota ya no es la misma, porque no se trata de un culto conservador del pasado sino de una vivencia y un compromiso ético con el presente de Valencia.

Paradójicamente la ciudad seha recortado mientras su planta física se desparrama anárquicamente. Hay menos espacios por donde pasear y menos horas para recorrerlos con seguridad. Al centrolo desabrocharon del conjunto urbano. Por donde hoy corre una corriente de desechos hay que imaginar que hubo un río.

Hay que defender a la ciudad, aprender a actuar juntos los que piensan distinto crear una nueva valencianidad cuyos puntos cardinales sean el entendimiento, la innovación, la reconstrucción y el cambio hacia la democracia.




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