Almagro
El secretario general de la OEA, Luis Almagro y la canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez. (Foto referencial)

El secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, cumplió hoy dos años de un mandato que ha centrado hasta ahora en la crisis de Venezuela, lo que le ha valido aplausos y críticas.

Hoy al celebrar mi segundo año al frente de @OEA_oficial renuevo mi compromiso en defensa de los valores de la democracia y derechos humanos en las Américas, escribió este viernes en su cuenta de Twitter.

Desde esa plataforma, donde tiene 367 mil 307 seguidores, denuncia a diario cada paso del Gobierno de Nicolás Maduro que considera dictatorial y defiende que la única salida para Venezuela son elecciones generales libres a la mayor brevedad.

En sus dos años en la OEA, el excanciller uruguayo (2010-2015) se ha convertido en una de las voces internacionales más críticas con Maduro y en un secretario general atípico que ha obligado, con la contundencia de sus propuestas, a que los Estados aborden la crisis política y social en Venezuela tras años de mantenerse al margen.

Ha hecho más que ningún secretario general anterior o que cualquier otro alto funcionario en las Américas por tratar de movilizar la acción regional colectiva en la condena del régimen despótico de Venezuela, indicó hoy Peter Hakim, presidente emérito del centro de estudios Diálogo Interamericano.

Pero nada ha cambiado en Venezuela como resultado de los esfuerzos de Almagro, apuntó, sí ha creado una base de acuerdo que comenzará a ejercer presión creciente sobre Maduro.

Los Estados no apoyaron su ultimátum de elecciones ya o suspensión del 14 de marzo, pero Almagro está satisfecho porque la crisis venezolana está ahora en el centro de los debates de la OEA.

Así, el 31 de mayo acogerá una reunión de cancilleres para abordar la situación de Venezuela, a la que no se espera que asista ni el Gobierno de ese país ni tampoco Cuba, que no participa en el organismo aunque su suspensión se levantó en 2009.

Esa convocatoria, prueba definitiva de que el debate venezolano llegó a la OEA para quedarse, provocó que Maduro diera el paso sin precedentes de solicitar la salida del organismo el 28 de abril, aunque no será efectiva hasta 2019.

Maduro ha extendido ahora las duras críticas que lleva vertiendo contra Almagro desde hace casi dos años al grupo de 14 países de la OEA que quieren mediar en la crisis, a quienes acusa de alentar la violencia en las calles del país.

En su anterior aniversario en la OEA, Almagro estaba mucho más solo que ahora en la condena al Gobierno venezolano, aunque incluso las delegaciones críticas con Maduro admiten en los pasillos de la organización que les molesta que el secretario actúe por su cuenta.

Otra de las críticas que ha recibido Almagro es que su postura está muy escorada del lado de la oposición venezolana, a la que recibe a menudo en la OEA y con la que incluso dio en la organización una de las escasas ruedas de prensa que ha concedido en el último año.

Aunque sobre el fondo tiene toda la razón, quizás en su modus operandi ha quedado como excesivamente parcializado en favor de la oposición venezolana. Es un balance difícil de conseguir, apuntó Mariano de Alba, abogado venezolano experto en derecho internacional.

Sus críticos, como el presidente boliviano Evo Morales, le acusan de estar obsesionado con Venezuela y olvidar otros problemas del continente, algo que a Almagro le molesta especialmente, como pudo comprobarse el 21 de marzo, cuando respondió enojado a un activista que le increpó al respecto.

Si se enfoca en todo corre el riesgo de tener poco impacto. Y es difícil de argumentar que los problemas de Venezuela son similares a otros en la región. La situación es completamente extrema, señaló el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter.

Pero, con su abordaje de la situación de Venezuela, Almagro podría estar teniendo un impacto que trasciende a esa crisis: Ha roto el tabú sobre los países latinoamericanos hablando de los asuntos internos de sus vecinos, indicó Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del Wilson Center.

Su papel insólito al frente de la OEA le ha valido críticas pero también reconocimientos, el último el «Premio Libertad» de la organización estadounidense «Freedom House» por su defensa de la democracia en Venezuela y su trabajo por los presos políticos y sus familias.




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