Rosa Orozco madre de Geraldine Moreno.
Fotografía: Orozco manifestó que se esta empezando a hacer justicia.

Rosa Orozco no puede estar contenta. Hace 33 meses que no hay sonrisas en su rostro. El asesinato de su hija la transformó. Ahora es una mujer con la fortaleza reflejada en su mirada, su andar, sus acciones. Y fue por ese talante que logró que la noche del jueves se le dictará sentencia a dos de los funcionarios implicados en la muerte de Geraldin Moreno. Aún así no está alegre, no hay nada que celebrar. A su hija no se la devolverá nadie, ni la justicia ni el Gobierno. Pero al menos se siente aliviada.

debe enfrentarse a diario al recuerdo del momento en el que su hija cayó al piso

Fue un proceso largo que aún no ha terminado. Ella no solo recuerda a su hija al levantarse y pasar por el cuarto que se mantiene tal como lo dejó la joven que estudiaba citotecnología. También debe enfrentarse a diario al recuerdo del momento en el que su hija cayó al piso, muy cerca del protón de su residencia, tras recibir dos impactos de balas de perdigones.

55 audiencias tuvieron que pasar hasta que se dio la definitiva. Eran las 9:40 p.m. del jueves 14 de diciembre cuando escuchó las palabras que esperaba desde aquel 22 de febrero de 2014, cuando su hija perdió la batalla y la vida tras tres días de la protesta en la que fue atacada mientras solo expresaba su descontento contra el Gobierno ondeando una bandera de Venezuela y haciendo sonar un pito.

El juez Aelohim Ramírez leyó la sentencia: 30 años de cárcel para Alvin Bonilla y Francisco Caridad Barroso, y 16 años y seis meses para Roberto Rugieri. «Sentí un profundo dolor en ese momento porque a mi hija no me la devuelve nadie», expresó Orozco 12 horas después de salir del juicio. Fue franca, no pudo sentirse feliz al ver llorar sin control a Bonilla, quien repetía insistentemente que él disparó en la cara de la joven por órdenes de su superior.

Pero no todo terminó esa noche. Aún resta que el proceso se de contra los otros 19 funcionarios de la Guardia Nacional, adscritos al destacamento 24 de Carabobo, que participaron en la acción de arremetida contra los manifestantes en Tazajal. Dos de ellos ya tienen medidas cautelares: Franklin García y Paola Barroso. Mientras que el general Frank Osuna, quien comandó la acción, fue premiado al ser ascendido a comandante en jefe en Guárico. «Pero todos deben pagar. ¿Qué pasa Padrino López?, ¿Por qué pasa esto?”.

Los últimos 33 meses en la vida de Rosa Orozco no se han limitado a extrañar a Geraldín y participar en cada una de las audiencias. Tuvo que hacer mucho más para que el caso de su hija no fuera engavetado. «Fui al exterior, al Parlamento Europeo, al Vasco, hablamos con vicepresidente de Estados Unidos, fuimos a la Organización de Estados Americanos (OEA) al Tribunal de la Haya, al parlamento de Brasil, y seguiremos exponiendo en el ámbito internacional todo lo que esté pasando en Venezuela».

Luis Armando Betancourt estuvo con ella siempre. Es coordinador regional del Foro Penal Venezolano y fue el abogado de la causa. Para él se trató de un proceso que sentó un precedente en la justicia venezolana. “Debe ser un espejo para todos los funcionarios que han violado los derechos humanos en el país”. Aseguró que “esto no termina aquí. No vamos a descansar hasta que se castigue al último implicado, no por capricho, sino porque así lo establece la Constitución y todas las leyes”.

En el juicio se probó la violación de una disposición de carácter especial que es la norma para prevenir tortura, tratos crueles y degradantes, “Bonilla y Barroso le dispararon para quebrar la fuerza física de Geraldín y violar sus derechos humanos”.

Orozco sigue recordando. Lo hace siempre. No olvida las últimas palabras de su hija camino a la clínica con la cara marcada por la violencia impresa en perdigonazos. “Mami te quiero mucho. Bendición”, le dijo quien hace un mes le correspondía recibir su título universitario. También piensa con frecuencia que el 19 de febrero de 2014 le pidió que no saliera. “La calle está muy fea”. Pasó el día jugando en la cancha hasta que a las 8:00 p.m. le dijo a su madre que saldría a manifestar como cada noche con las cacerolas. No sabían lo que sucedía afuera de su residencia en Tazajal. Había una barricada y vecinos protestando cuando llegaron funcionarios de la Guardia Nacional a reprimirlos y atacaron a Geraldin, por eso, para Rosa, no hay motivos para sonreir, ni la sentencia de quienes asesinaron a su hija.




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