(Foto Cortesía)

Autoridades de Protección civil, Gobernación de Bolívar e Inviobras han visitado las casas del sector El Roble en San Félix, calle Caroní y callejón Caroní de El Mangal, donde habitan las familias más afectadas por el terremoto de agosto pasado.

Todos los organismos e instituciones recomiendas que sean desalojadas, por los evidentes daños de las 44 viviendas afectadas. Sin embargo, las familias no han recibido una propuesta de solución habitacional y manifiestan no tener a dónde ir.

Aunque esta situación contrasta con la versión que dio el alcalde Tito Oviedo al afirmar que todas las edificaciones estaban aptas para ser habitadas.

El 22 de agosto, un día después del sismo de 7.3 grados de magnitud que se sintió en varios estados del país, el alcalde Tito Oviedo informó que en el municipio Caroní se habían registrado 48 afectaciones, 22 de ellas con daños menores y solo una de gravedad en una vivienda ubicada en la parroquia 11 de Abril. Nada dijo sobre las familias de El Roble, San Félix, específicamente las del callejón Caroní y de la calle Caroní, en el sector El Mangal.

Los desalojos habían sido provisionales, ya que los daños solo eran de mampostería y no estructurales, afirmó.

A casi un mes del sismo, las familias afectadas de este sector siguen esperando respuesta para una solución habitacional, pues -aseguran- lo único que les han dicho es que deben desalojar. Vecinos contabilizan por lo menos 44 casas afectadas, siete de ellas con daños mayores.

“Tengo que estar afuera en el patio porque tengo miedo que en cualquier momento se me caigan las paredes encima. No tengo a donde irme, a mi nietico, que es discapacitado, tuve que sacarlo. Sufro mucho porque soy una persona enferma también”, manifestó Santa de Moreno, una de las afectadas.

Sus vecinos manifestaron su preocupación porque es mayor y recientemente se cayó, debido a los desniveles del piso ocasionados por las grietas y el cemento levantado.

Así están casi todas las casas. De hecho, ninguna tiene suelo plano ahora. Algunas puertas no llegan a abrir completamente precisamente por el desnivel del suelo.

Noris Alcalá toma una parte del marco de la pared que da hacia la cocina. Fácilmente se sale de la estructura. Las grietas -comentó- cada día son mayores.

“Casi no duermo porque me da miedo que todo eso se venga abajo. En el día tratamos de tener a los niños cerca de la puerta, para cualquier cosa sacarlos rápido”, señaló Stella Motta, otra de las afectadas.

Lea el reportaje completo: http://www.correodelcaroni.com

 




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