Avanzo en la ventisca, ojos en la noche me siguen. Pupilas que miran, que esperan más allá de lo notable, aún de lo previsible.

Miradas que dejan una interrogante que se desliza sobre una pena que punza profundo. Es una duda ante lo real, una certeza ante lo imposible.
¿Puede haber cambio en la tortuosa ruta? ¿Cuántas horas de esfuerzo? ¿Cuántos sueños perdidos? Vidas jóvenes, pieles marcadas, corazones abiertos.

Y sólo veo esos ojos. Siento que no les respondemos, allí están, silentes y expectantes, fijos e interpelantes.

Vuelvo a escribir en este momento, mas ¿No se aprecia mejor el ardor del tizón cuando se aviva en la fría borrasca?

Continúo el camino, veo más allá de las tinieblas mismas, hablan a susurros voces de espíritus inquietos. Silva el viento, agudo, penetrante, golpea el alma misma cuando no se tiene certeza hacia donde conduce el camino.

Mientras los pasos suman en compás perfecto los senderos se bifurcan una y otra vez. Y los ojos me increpan, me interrogan: «Llévanos por el camino seguro, no te equivoques otra vez. Que la hoguera se apaga y las ganas están cansadas».

Piden que me libere de esos odios que pusieron sobre mi espalda agotados labriegos. Esa carga pesada e insoportable de resentimientos y quejas que hace más lenta la marcha. Invitan a ascender sobre las piedras frías y enfrentar con renovada ilusión la fila altiva que conduce a la cima.

Y esa mirada que habla me confiesa que una vez en el pico, en la cumbre borrascosa, me reuniré con otros que han llegado antes. Es el reencuentro que anhelo para volver a creer, a tener fe, a soñar despierto, deslastrado de acomodos y lamentos, para así, limpio de reproches, levantar la mirada y emprender la marcha una vez más, esta vez ligera, sin vacilaciones, hacia la tierra que nos hemos prometido, tu y yo, tras estos lustros de devastación.

Allí los ojos iluminados de alba no me verán más. Su mirada se dirigirá sobre la distancia alcanzable y su brillo denotará la certeza que avanzamos de nuevo, esta vez por la ruta donde convergen en posta, diversa y plural, los que construyen los cambios y dejan huellas perennes más allá de los sueños, solo antes de la realidad.




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