“El momento de actuar es ya. Quien no es parte de la solución es parte del problema. Debemos mantener el foco”
M.C.M.
Quien lidera ha de ser optimista y le toca sembrar optimismo: no puede darse el lujo de que gane la decepción ni la desconfianza ni el pesimismo que conduce hacia la parálisis. Para esto deben proponerse opciones válidas y viables.
A sabiendas de esto, toca proceder correctamente y esperar que los seguidores reaccionen, sabiendo anticipadamente que lo harán de modos diferentes: una parte (la que está en conocimiento de lo real) consolidará su convicción y su accionar, transparentando su intríngulis esencial, mientras que aquella parte que juzga y califica lo que está sucediendo reaccionará de maneras diferentes cuando se le diga lo que toca decirle: una porción puede que acepte de manera inteligente lo acontecido, mientras que en el extremo opuesto habrá gente en la que se dará la duda y la negación; entre los que duden puede que se dé -o: no- la activación de una búsqueda analítica y un proceso decisorio que puede desembocar en la negación o en la aceptación (este último conjunto de personas se sorprenderá con su despertar y alejamiento del comportamiento nocivo del pesimismo y se sentirá a gusto de saber el porqué de lo que acontece y lo que se propone hacer ante ello), pero en la fracción que a priori verá lo ocurrido como una amenaza a su “ego convencido”, no lo admitirá y se empecinará en su postura, en su inclinación, y terminará encerrándose en una burbuja profunda cuya superficie buscará engrosar intentando hacerla impenetrable, absurdamente impermeable y oscura, enquistándose con los ojos cerrados y las manos tapando sus orejas: este último grupo nunca es ni será consciente de lo que vive y a lo que se arriesga por estar en una atmósfera de tensión y negación. Sólo la manera en que se reaccione mostrará a todos en cuál punto está cada quien en cuanto al estado de su consciencia o de su inconsciencia.
Entonces e inevitablemente, la transformación hacia el entusiasmo optimista necesario debe ser inducida amablemente, tocando las cuerdas de la esencia de cada quien, induciendo su reflexión, pues lo natural es que no acontezca espontáneamente, pero sí puede suceder automáticamente cuando es motivada como debe ser y con base en lo ocurrido: no es cuestión de perspectiva y no hay garantía de que en el humano se realizará siempre, siendo bueno entender que la readaptación (y muy particularmente: ésta, vinculada con las emociones fundamentadas en las convicciones y sus implicaciones) es imprescindible para la supervivencia del conjunto humano conformado por iguales. El fruto vendrá por añadidura. Tener esta convicción hace que se deje de depender del juicio egoísta; por lo tanto, hay que insistir en apegarse a la idea del resultado que se debe producir.
Dicho cambio dramático, radical y verdadero acontecerá más fácilmente en quien llegue a percibir que se halla en medio de la disputa entre lo que piensa respecto de cómo debe (o: debió) ser algo y lo que realmente es (o: fue), pues con tal vivencia podrá distinguir cuánta verdad hay en la propuesta de no perder el enfoque y esto llevará hacia la rendición de todo desencanto y de toda duda, resistencia y oposición: allí y así recomenzará el avance hasta el final.
Dentro de una organización no puede permitirse la equivocación de caer en dividirse en 2 corrientes o más: eso da pie al divorcio (del latín divortium: "separación") que debe evitarse, pues todos los miembros del factor humano han de estar alineados como las piezas de un engranaje perfectamente lubricado y quien lidera no ha de estar como quien se sienta en un parque a escuchar el trinar de los pájaros y mirar a quienes pasean por allí: le corresponde liderar y por esto debe estar trabajando permanentemente sin resentimiento ni autocompasión ni perder el tiempo (el único recurso irrecuperable: absolutamente no renovable).
Quien lidera debe reforzar el sentido de identidad acelerando el proceso de unión entusiasta produciendo un cúmulo energético alineado hacia el éxito sabiendo que el único "blanco" de su “diana” es lo llamado mente. Tal refuerzo debe hacerlo sin preocupación (pre-ocupación), puesto que le toca ocuparse en ello: lo contrario sería una locura corrosiva. Simplemente ha de ocuparse en reconocer la existencia de lo existente (de lo presente, de lo que ocurre) y actuar ocupándose en la inducción del accionar conveniente para manejar y enfrentar lo real (p.ej.: ¿qué es lo que está mal en este momento?) sin dejarse arrebatar el entusiasmo optimista ni permitir que los demás lo pierdan: no puede darse el lujo de esperar “a gran escala”, pues sabe que estaría perdiendo el tiempo y la oportunidad (que es única y la pintan calva: no tiene “cola de cabello” para asirla luego de haber pasado).
Quien lidera ha de tener el pleno conocimiento de que sólo puede permitirse aguardar en “escala pequeñísima” las señales de que cada seguidor(a) está reaccionando debidamente dentro del tiempo estipulado.
Esperar “a gran escala” es lo que hacen quienes están esperando empezar a vivir (ignoran que están vivos, desconocen su realidad, están quién sabe adónde e ignorando qué son, lo que tienen y mucho más: están perdidos en el espacio, están al garete, dentro de un gran conflicto existencial que reduce la calidad de su vida y de su desempeño laboral y personal: una situación incompatible con la condición circunstancial de ser líder (arquitecto del futuro), a quien toca observar, examinar y evaluar los cimientos con que cuenta para edificar.
A quien lidera toca la misión de transformar la psique de la estructura informal (desde la óptica de lo personal hacia lo organización para lograr las metas y el objetivo) y de sembrar optimismo en cada cual en favor de la realización: ¡la transformación más profunda de la conciencia que pueda imaginarse!
Tal transformación puede que ocurra (o: no) dramática y radicalmente, e independientemente de cómo acontezca deberá mantener el influjo optimista hacia la verdadera prosperidad, concibiendo a ésta como el estado de progreso, expansión y éxito esplendoroso que causará la más grande gratificación psicológica en todo y en todos gracias al estado de bienestar completo que se da dentro de la organización y en cada quien, lo que se logra siguiendo los principios del accionar correcto encaminado al curso favorable del accionar. De aquí que nunca deba permitirse que se acoja la espera corrosiva propia del pesimismo como estado mental (actitudinal) por parte de quien lidera ni de su gente.
Para esto es ineludible tener un propósito para así no ir a la deriva. Para quien lidera, el "viaje" (que es todo emprendimiento) ha de tener un propósito externo y otro interno. El primero es llegar al destino soñado, anhelado, pretendido (lo cual implica "futuro"), mientras que el segundo es el "cómo" se da cada paso (que nada tiene que ver con adónde va o con qué se está haciendo: tiene que ver con el "ahora", con la calidad de la conciencia absoluta en lo que concierne con el cómo está dando el paso actual), que tiene vinculación con todos los demás pasos; es decir: la perfección de lo que se haga en cada instante debe ser un acto de belleza que eleve al accionar del líder y de todo el equipo humano hacia la luz espléndida de el perfeccionamiento en la calidad (la satisfacción de lo necesitado) respecto de la interioridad individual y de la conciencia comunitaria: esto requiere optimismo (entusiasmo, ánimo, esperanza) y un plan de ejecución -con metas especificadas- en donde esté enunciado prístinamente el propósito a alcanzar. Esta conceptuación (en relación a las cualidades y valores entrañados) debe acompañarse con otro concepto: que lo único que es real -en últimas- es el paso que se da en el presente (el "ahora eterno"), pues esto es todo lo que hay: el presente, el ahora. Éste es determinante. Esto es determinante.
Finalmente, es fundamental tener en mente que debido a la "ley de la falta de permanencia" (que enuncia que todo tiene un alfa y un omega: un principio y un fin), todo lo que se inicia está amenazado de fracasar, razón por la cual no debe dársele cabida al pesimismo, sino a la energía del optimismo y a la del accionar perfectible... sin caer en expectativas irreales, debiendo ser así ¡hasta el final!
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