Optimismo: nada de pesimismo. Parte I

Quien lidera ha de encaminarse hacia la disolución de la inconsciencia ordinaria y para eso toca hacerla presente, notoria, perceptible, hay que hacer notar la resistencia y la negación inconsciente a lo que es.

“No perder el foco, siempre supimos que la última parte sería la más difícil. Hasta el final”

MCM

 

El equipo humano de Gerencia en Acción desea a tod@s sus asidú@s lectores un nuevo año pletórico, lleno de mucho optimismo y con una gran visión de futuro, donde ocurra el cambio deseado por todos los venezolanos. Las circunstancias externas  temporales no deben apartarlos de sus respectivos planes de desarrollo personal y profesional y por supuesto en unión de sus respectivos grupos familiares. ¡Optimismo: Nada de pesimiso Y… Hasta el final!

Quien lidera ha de ser optimista y le toca sembrar optimismo: no puede darse el lujo de que gane la decepción ni la desconfianza ni la parálisis, debe sembrar nuevas posibilidades mediante la proposición de opciones válidas y viables.

Así lo mostraba Leoncio (personaje de la tira de dibujos animados denominada “Leoncio, el león", de Hanna Barbera), que siempre estaba acompañado por la hiena de nombre "Tristón", que en vez de reír (como es lo que hacen las hienas) desde su interioridad brotaban señales verbales y paraverbales del lenguaje corporal que mostraban su eterno pesimismo enfermizo, a lo cual Leoncio se enfrentaba, pues... su rol era representar la figura de quien siempre ha de luchar por el logro de las metas que llevan a que lo emprendido alcance su propósito (el objetivo a cristalizar) y por eso el eterno optimismo que ese felino exhibía en cada tira desde el inicio y… hasta el final.

Así, Hardy Har Har (autor de tal tira) dejaba colar en la mente de la audiencia que Leoncio sembraba el optimismo necesario de tenerse para emprender, para entusiasmar, para “vender” una idea, para seducir y comprometer a quienes siguen al líder; en el caso de la tira: a Tristón, puesto que estaba convencido que cada quien cosecha lo que siembra... de aquí: el valor significativo de las palabras y demás señales de quien lidera; p. ej.: cuando dice “Tenga paciencia, todo es difícil antes de volverse fácil”. Este mensaje entra por los oídos, llega a la mente y provoca un efecto que se ve seguido por una respuesta (de aceptación, de duda o de rechazo): ¡vaya, cuan complejo es el funcionamiento mental individual! y esto debe ser sabido por quien lidera, no puede ser sorprendido.

Ahora bien, no basta con que quien lidera tenga la razón en lo propuesto ni el optimismo y el entusiasmo, se necesita la participación activa y convencida de la contraparte de su equipo: el factor humano que con su capacidad, energía, compromiso y tenacidad ha de llevar a cabo la misión, pero… hay fuerzas invisibles que se oponen a lo propuesto y planificado, siendo válido explayarse en la consideración de éstas, porque conocerlas hace que se pongan sobre la mesa y que la gente, así, pueda admitir su existencia para que pueda enfrentarse a los patrones condicionantes que le hacen caer muy fácilmente en el desánimo, en la resistencia que se opone a la actitud conveniente, en la negación del avance hacia el éxito.

Ante esta realidad (en la que la mente de cada cual puede ser su peor enemigo) se ha visto que repentinamente hay quienes asumen un cambio increíblemente valeroso con una acción clara e incisiva que indiscutiblemente no surge del pesado condicionamiento abrumador que se halla incrustado enquistadamente en la mente de la gente común: quizá la intuición y el intelecto determinan esta portentosa transformación profunda que representa un salto cuántico en la evolución de la consciencia que se despierta y se separa de lo que pudo tenerla sometida.

Esos patrones mentales colectivos que han dominado a los humanos durante milenios creando sufrimiento a gran escala deben ser rotos, pulverizados, pues no están atornillados en la “inconsciencia ordinaria”, sino en la “inconsciencia profunda” (los dos niveles existentes en el estado de vigilia). La primera (de los pensamientos y deseos, y de las sensaciones, emociones, aversiones compulsivas y adicciones) es el nivel operacional “usual” o “habitual” (que se tiene como “normal”) de cada quien, el que se da en la vida de interacción con el entorno cotidiano. En este nivel de inconsciencia se presenta la resistencia habitual o la negación a lo que incomoda a aquello que se considera lo correcto, mientras que el segundo nivel es egotista (debido al sentimiento exagerado de la propia personalidad del egótico; es decir: quien tiene un exceso de “ego”: del yo), porque es de quienes están guiados por lo propio. Esto necesita una aclaración, pues acá “lo propio” son las creencias: lo que cada quien asume como lo bueno, lo correcto.

Es egotista por cuanto que allí es donde habita el “súper ego” del egótico. El “súper yo” -en el psicoanálisis freudiano- es la parte inconsciente del “yo” que critica y se critica, que observa y se observa, y trata de imponerse a sí mismo por cuanto que está compuesto por dos subsistemas: la conciencia moral y el ideal del “yo”, ese “yo” que aflora cuando está ante lo que amenaza sus creencias (pensamientos, convicciones), en una situación de riesgo vital respecto de la identificación individual. ¿Qué aflora?

Brota el miedo agudo a lo que pone a tambalear las bases del “yo individual” que es el ladrillo que cada quien aporta para que haya la gran muralla china que se halla en muchas comunidades (naciones, congregaciones, etc.), ya que -en verdad- tiene mucho que ver con el “yo colectivo”, ese conjunto de creencias y dogmas que conforman los pensamientos y, por ende, determinan el comportamiento grupal que reaccionará de manera programada ante una amenaza: la reacción mostrará lo que hay en esa consciencia colectiva.

Esa reacción (de admisión o rechazo de lo amenazante) es el mejor medidor indicador del nivel de conciencia existente (en lo individual y en lo colectivo) respecto de algo, siendo necesario tener en cuenta que la realidad secundaria está afuera y que la primaria (la de la esencia) está adentro y… lo que sucede adentro es lo que se muestra afuera. El “yo colectivo” puede llegar a tener diferentes niveles de intensidad en los distintos sujetos que conforman una comunidad (esto se basa en el “yo individual"): unos son radicales y rígidos, otros pueden ser flexibles, resilientes (que terminan quedando igual que antes de la amenaza), mientras que otros pueden moldearse y remodelarse como consecuencia de analizar y comparar lo que impera en sí antes del embate amenazador y lo diferente que lo factual ofrece. Entonces, el modelo del “yo colectivo” dependerá del conjunto mayoritario que se impone mediante la influencia sobre los otros conjuntos (influenciables).

Ante algo que sea tomado como amenazante o frustrante, la psicología social proclama que una persona “inconsciente ordinario” tiende a comportarse yendo hacia el “inconsciente profundo” para “protegerse”: se radicaliza, se ancla, se escuda, mientras que un “consciente” (pensante) reacciona haciéndose más intensamente consciente, se despierta aún más y pasa a analizar, comparar y decidir ante el reto del enfrentamiento de los hechos.

La resistencia a la evolución de lo “actual” como disfunción colectiva subterránea está intrínsecamente conectada con la falta de conciencia de lo real, de lo conveniente, y constituye la base del problema a enfrentar: esta disfunción es lo que crea al problema extraordinariamente diseminado que se ha convertido en amenaza para el logro soñado y quien lidera no puede permitir la paralización que suele presentarse reactivamente.

Por esto, quien lidera ha de encaminarse hacia la disolución de la inconsciencia ordinaria y para eso toca hacerla presente, notoria, perceptible, hay que hacer notar la resistencia y la negación inconsciente a lo que es. ¿Cómo lograrlo? Informando lo que se causa con lo que se hace; es decir: haciendo brillar fuertemente la luz de la realidad para que se tenga conciencia de ella: así será más fácil lidiar con ambas inconsciencias: la ordinaria y la profunda.

En la próxima entrega de este espacio se terminan de desarrollar las ideas, así como también  las conclusiones de este importantísimo tema gerencial.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Chichí Páez
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