Hoy les hablo sobre las palabras optimistas, o pesimistas, o cómo se nos presentan, persistentes, cuando somos afectados por condiciones de crisis sociales que influyen en cada momento que iniciamos y sostenemos nuestras comunicaciones orales vinculares.

Aunque los tiempos cambian y se reestructuran, algunas de sus condiciones mantienen la formación sostenida en el tiempo. En una clásica y solvente investigación (año 1969), los psicólogos de Estados Unidos, Jerry Boucher y Charles Osgood, presentaron un interesante enfoque sobre la carga emocional de las palabras humanas, al ser emitidas entre personas o grupos. Esto lo denominaron con el curioso nombre de “Principio de Pollyanna”.

Pollyanna es una novela de Eleanor H. Porter (USA, 1913), que cuenta la historia de una niña llamada Pollyanna, huérfana de padre y madre, que fue enviada a vivir con su estricta Tía Polly, educada en mucho optimismo por su padre, de buscarle y encontrarle siempre el lado bueno de todo, para alegrar la vida a quienes nos rodean en nuestros contactos sociales, en la comunicación directa.

Los psicólogos Boucher y Osgood aplicaron el concepto y criterio, que leyeron de la historia de Pollyana, y lo aplicaron en la sociología y psicología con el nombre de Principio de Pollyanna, cuando pensaron que en el ser y las sociedades humanas existe la tendencia universal a usar con más frecuencia y variedad, más palabras positivas que negativas cuando nos comunicamos oralmente. ¡Interesante moción esta, favorecedora de las actitudes positivas en el habla!

Peter Dodds (Universidad de Vermont, USA), estudió las palabras de mayor uso en los diez idiomas más hablados del mundo, y mostró que los seres humanos, corrientemente, usan más vocablos positivos que negativos. Vocablos como “muerte” o “violencia”, de fuerte carga negativa, tienden a puntuar bajo en las pruebas (test) que se han utilizado; mientras que palabras como “besos”, “vacaciones” o “felicidad”, salen favorecidas con tendencia positiva.

El español y el portugués del Brasil serían unas de las lenguas más optimistas, más agradables; mientras que el chino y el coreano, serían las más pesimistas, si nos ajustamos a los criterios que fueron expuestos. Por cada palabra usada con carga negativa, en español, se utilizaron ocho palabras de ese mismo idioma (español), apreciadas como de un claro sentir positivo.

Investigadores estadounidenses y australianos han hecho la mayor recopilación de palabras para comprobar más esta hipótesis. Notables científicos y una muy amplia data de palabras, usaron máquinas y algoritmos de búsqueda y selección, para reunir miles de miles de palabras sacadas de aplicaciones (APP) como Twitter, Google, con subtítulos de películas, con letras de canciones o libros en español, inglés, chino, árabe o indonesio, entre otros.

«Sin embargo, comenta Dodds, un dato relevante es que todas las lenguas tienen un sesgo hacia lo positivo». Como ejemplo que acabamos de conocer, por cada palabra con carga negativa en español, se usan ocho palabras positivas. En el caso del chino, por cada tres palabras positivas o de alegría, se usan nueve negativas o de pesar.

Estas tendencias se extreman en personas que al expresarse viven en momentos de gran dificultad y crisis social. En estos casos, las palabras aumentan su fuerza ideacional como vehículos de expresión, al asociarse colectivamente con dramáticos sentimientos de crítica y depresión, que contagian la vida ciudadana llena de carencias, miserias, criminalidad, depresión económica, y otros síntomas perversos de presión y amenazas.

El profesor Dodds, ha comprobado la validez del Principio de Pollyanna desde variados puntos de interacción social, colectivo, y por su carácter universal, como buen medidor de instantes de felicidad, mediante las palabras. El hecho es que la razón de tendencias optimistas o pesimistas en la comunicación tiene un fundamento educacional y social. ¡Y esto es algo valioso!

«El lenguaje es nuestra gran tecnología social y, aunque hay muchos conflictos y problemas en el mundo, estos grandes cuerpos de textos, de ideas y sentimientos, como lo son los lenguajes, aguantan con dureza, y muestran una desviación tendencial más positiva que negativa, porque, sobre todo, somos seres sociales».

¿Cuáles serían los resultados en el caso venezolano?

Lo primero que debemos señalar es la realidad de una sociedad que, como la venezolana actual, ha reactivado y reformado bajo fuerzas de presión sus patrones e interacciones del habla diaria ciudadana.

Vemos que no están muy alejados los resultados en el caso de Venezuela, aun con las distorsiones, torceduras y fricciones, que podrían haberse esperado con la crisis de índole política, social, educacional y colectiva que hoy vive el país.

No obstante, puede observarse un deterioro comunicacional mayor, y del uso de cargas emocionales mayores de las palabras, en los sectores más bajos y abandonados de la sociedad venezolana. ¡La gesticulación no entra en el estudio!

¡Pueden sacar sus conclusiones!

Hernani Zambrano Giménez, PhD.

hernaniyo@outlook.com




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