Lo único claro que se evidencia en nuestro país son las tentaciones absolutistas del gobierno, esos intentos obsesivos de perpetuación en el poder, como también, desde que se instauró este perverso régimen,  salvo la democrática, comprometida  y noble actuación de la Asamblea Nacional y la oportuna rectificación de la Fiscalía, lo que tenemos a la vista es una división de poderes inexistente, donde la más elemental estructura de «pesos y contrapesos», la idea matriz de que «el poder controla al poder», quedó totalmente desdibujada como referencia democrática.

Allí está, ese espurio TSJ,  utilizando la retórica propia de sicofantes (aquellos individuos de la antigua Grecia, que acusaban y juraban en falso con tal de quedarse con los bienes que pertenecían a quien luego sería condenado) para intentar encubrir las barbaridades perpetradas por el régimen. Obstinada esta camarilla en tergiversar las verdades, en recurrir al método de culpar a otros de las barbaridades, atropellos y corrupción sus deficiencias, para cubrir su  rotundo fracaso.

Acá lo que se destaca es un régimen que gobierna sin apelar a la persuasión y a la construcción del consenso, sino al atropello, a la brutal represión y la sumisión, utilizando el miedo como arma para intentar acallar a los venezolanos que ya no soportamos más este absurdo y degenerado yugo. Que ya estamos más que indignados, al ver cómo han violado, una vez más,  la Constitución- “la mejor del mundo”-   al propiciar la iniciativa de una burda y tramposa constituyente.

Parapeto éste que TODOS sabemos que no resolverá nada, pues para alimentar debidamente a un pueblo famélico no se hace necesario cambiar la Constitución, como tampoco es menester sustituirla por esa fraudulenta propuesta para afrontar debidamente la critica escasez de medicamentos, por citar tan solo dos de las incontables trágicas calamidades que sufre nuestro país. De la misma manera, grotesco, irónico y burlesco resulta el argumento de Maduro: “La Constituyente nos traerá la paz”… La paz en los sepulcros es lo que traerá esa mentira, esa locura avalada por este genuflexo  TSJ y fraudulentamente orquestada por ese CNE siempre “rodilla en tierra”.

Acá, en nuestro país, lo único que hay que cambiar para salir de esta desgracia, de este marasmo, de esta absurda pesadilla, de este prolongado oscurantismo, es a Maduro y sus secuaces.

Que los recursos utilizados en tantas bombas lacrimógenas, en tantas tanquetas y demás armamentos que se están adquiriendo para aniquilar el bien más preciado de nuestro país, sus hijos, sea empleado para atender las necesidades más apremiantes. Acá, TODOS lo sabemos, lo único que debe ser cambiado, es este gobierno despilfarrador, incapaz, corrupto, pendenciero y mentiroso, que tan solo busca perpetuarse en el poder.

En virtud que la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, es hora de ejercerla en defensa de los ideales más preciados de la venezolanidad, es un deber de TODOS los ciudadanos de esta noble Nación,  defender su Constitución, ya que así está escrito en ella.

Si bien la cita de Montesquieu en el epígrafe  se refiere a aquella ineludible división de poderes que en principio debería ser garante del necesario equilibrio que requiere el Estado, hoy el llamado es al Poder de la Ciudadanía, pues es ésta la que hoy está en la calle luchando por sus derechos,  reivindicando sus necesidades y reivindicando tantas  injusticias, corrupción y brutal represión. Pero sobre todo, defendiendo hasta donde sea necesario, su Constitución, que pretende ser desechada de manera fraudulenta por un régimen que perdió su legitimidad, su gobernabilidad, su credibilidad. Es cierto, les queda el poder más nefasto, el de las armas, pero, cuando un ciudadano no tiene nada que perder porque ya ha perdido todo,  ha perdido hasta el miedo.

 




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