Esa forma de seducir a las clases populares para ganar su consenso, con regalos y con promesas de rescatarlas de la pobreza, se llama “populismo”. Hay más, en su versión moderna ese tipo de política falsa y alevosa ha logrado una nueva fuerza en América Latina, sobre todo en esos países donde, bajo el nombre de “socialismo del siglo XXI” y con el apoyo y el asesoramiento interesado de la Cuba castrista, está tratando de imponerse como comunismo. Sin embargo, con una ofuscación mental que mucho se parece a falta de responsabilidad, dicen con un descaro inaudito que eso es mentira…que aqui no hay ningún comunismo, pasando por alto que el promotor de ese seudo socialismo, el fallecido Chávez, en varias oportunidades, durante sus kilométricas alocuciones y, por supuesto en cadena nacional, haya declarado “urbi et orbi” que el era y siempre será un “marxista leninista”.

Hasta cuando con eufemismos, con falsos rodeos, con esa ambiguedad fraudulenta para definir lo que, usando las palabras de Robert Servic, una de las personas más versadas en lo que a comunismo se refiere, “se ha revelado el peor cáncer que, en el curso de la historia, haya infectado el organismo de la sociedad”! El uso en exceso de “populismo” es un claro indicio de una democracia en crisis ya que en un sistema estable y funcional, ese tipo de política engañosa no puede prosperar. Hay quien dice que el populismo siempre ha existido, sin embargo yo creo que cuando las clases populares, hacia las cuales va dirigido el populismo, no tenían derecho de voto  –  todavía en los primeros años del siglo pasado no lo tenían  –  el populismo no se justificaba.  Por eso a ningún político le gusta el apodo de populista. Debe ser porque en su intimo está consciente del significado alevoso de la palabra.

Sin embargo hasta cierto punto es lógico y en sintonía con los principios de la democracia que todo político trate de buscar legitimidad invocando el nombre del “pueblo”, aunque cuando el habla de “pueblo” no se refiere por supuesto a todas las clases sociales, sino a una mezcla de gente en la cual predominan los emarginados. El problema surge cuando en esa búsqueda interviene el abuso y cuando, con rodeos y con engaños se llama en causa a ese tan cacareado pueblo para satisfacer ambiciones personales o para justificar posiciones equivocadas, como está sucediendo en Venezuela. Ese es el caso del político mediocre cuando excede en su afán populista porque…demasiado grande ha sido la ilusión creada y…demasiado exigua  la realidad!

Desde Italia




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