En esta ocasión, nos iniciamos centrados en la exploración de algunos interesantes tópicos sobre anomalías que pueden presentarse como propias de la conducta, que se le presentan a ansiosos y acelerados seres humanos.

Veremos ahora el ejemplo de los extraños casos de personas,  quienes durante algunos de sus estados de deleites o goces se sienten como si estuviesen “endulzados” y “embobados” con el dolor o el sufrimiento en sus vidas.

¿Parece algo extraño verdad? ¡Extendamos la aclaración!  Es probable que se haya sentido varias veces en esas situaciones: Un caso es, por ejemplo, que usted poco a poco, y medio distraído, haya comenzado a rascarse en algún determinado sector de su piel (“dale y dale”), ¡porque siente alguna pequeña picazón!

Y llegará el momento deleitoso (casi de “inspiración”), cuando se habrá aficionado tanto, que le coge el dulce y morboso gustico a la gozosa rascada. ¡Se quedará rasca que rasca, como en las cosas buenas de la vida!

Quizás ya pudo ocurrir que en poco tiempo enrojeció y rompió su piel, y persiste rascándose aun cuando sienta algún dolor y siga “pegado” rascando. ¡Aunque extraño, muchas personas encuentran placer en el dolor!

La “decoración” del cuerpo con tatuajes es quizás lo más evidente de esta clase de extrañas “convivencias” con el dolor que han visto en las costumbres modernas.

Sin dudas, es sabido que el ambiente social y presión cultural influyen notablemente en quienes se someten a ciertas prácticas penosas, como en el caso de los tatuajes corporales. Hasta las zonas orgánicas más íntimas e increíbles han sido escogidas por muchos jóvenes para tatuarse. ¿Para «gozar»?

El dolor ha llegado a considerarse como una forma masoquista de obtener placer, incluyendo placer sexual, como base de muestras del sufir-gozar, que no se consideran enfermedades psíquicas, propiamente dichas, pero sí implican perversión.

Con el dolor logrado al tatuarse o propiciarse maltratos físicos, pueden liberarse sustancias que generan tanto el placer como conductas y el pensar adictivo. Los estudios sobre cáncer, en todas sus formas, demuestran un elevado grado de participación del dolor, en particular el dolor psíquico, en la base de la enfermedad.

Muchas personas se preguntan por qué tener un cáncer, si llevan una vida seria, sin vicios ni desgracias que le afecten su organismo. No han estimado el grado sufrido con las emociones fuertes, que acompañan en algunos momentos de sus vidas.

En cada momento que esté acompañado de fuertes emociones, de base morbosa, dolorosa o somnífera, es cuando debemos buscar las razones que nos explican la mayoría de grandes de nuestras enfermedades, entre otras el cáncer.

Muchas personas son expertas en convertir en enfermedad cualquier situación difícil que les afecte. En otras palabras, son personas que se “tragan” todas las presiones de la vida, como peces que muerden cuanto anzuelo de la vida encuentren.

Son personas de expresión tensa y llorosa constante; que recurren a aislarse para refugiarse en sus problemas y vivir en su soledad. Si estas personas viven en un constante sufrimiento, es probable que hayan hecho del sufrir y dolor una costumbre, y necesiten un grado de dolor para justificarse a sí mismo; si no sufren buscar sufrir, y mucho más aún si en la escena del sufrimiento y dolor hay espectadores que los acompañen.

El ser humano tan extraño y complejo puede que no considere tan extrañas estas conductas, aparentemente absurdas. Tampoco se extrañen de quienes se arrancan a diario porciones del cabello hasta dejarse un sector de calvicie, o se rascan en algún lugar de su piel y gozan al hacerse una extraña, “lucida” y llamativa “roncha” …

Hernani Zambrano Giménez

hernaniyo@outlook.com




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