La procesión de la Divina Pastora, que se realiza este lunes 14 de enero, es la peregrinación más multitudinaria de Venezuela, así como una de las más grandes de América Latina y Europa, junto con la concentración de la Virgen de la Guadalupe, en México, y las festividades de Nuestra Virgen de Fátima de Portugal, en Europa.

Se trata de una peregrinación de más de dos millones de personas y 7,5 kilómetros de longitud, que se cumple desde el pueblo de Santa Rosa, en las afueras de Barquisimeto, hasta la catedral de esta ciudad centrooccidental, capital del estado Lara, situada a 365 kilómetros de Caracas, que se lleva a cabo con la imagen de la virgen cargada sobre los hombros del pueblo, que la acompaña en su recorrido con amor, devoción y fe mariana.

Pastora de las Almas, la virgen que comenzó la tradición

Los documentos de la Arquidiócesis de Barquisimeto destacan que la devoción por esta imagen mariana se inició en Sevilla, España, hace más de 300 años.

Cuentan que una madrugada de 1703 Fray Isidoro, un sacerdote capuchino de esta localidad española, tuvo un sueño en el que aparecía una virgen sentada sobre una piedra, vestida con un largo traje, un sombrero y un bastón.

Isidoro, quien era uno de los más fervientes seguidores de la congregación mariana: la hermandad caracterizada por la adoración por la Virgen María, contó que la imagen cargaba un niño en su regazo y estaba rodeada de ovejas.

Dicen que el sacerdote se levantó aquella mañana y se dirigió a casa de un amigo, el pintor Miguel Alonso de Tovar, a quien le contó el sueño y le pidió que le pintara en un lienzo la imagen de esta virgen, tal y como se le había aparecido en el sueño.

En la fiesta de la Natividad de la Virgen María de aquel año, el sacerdote sacó el lienzo como estandarte en la procesión que se realizaba desde la parroquia Santa Gil hasta la alameda de Sevilla, lo que causó una grata impresión entre los feligreses.

Desde aquel día nació la devoción por la Divina Pastora de las Almas, como se le conoció originalmente a esta imagen que evoca a la Virgen María, la madre de Jesús.

Esta devoción se extendió por el mundo cristiano occidental y consiguió en Barquisimeto, estado Lara, Venezuela, una de sus más fervientes expresiones de fe religiosa.

EL DÍA QUE LA DIVINA PASTORA SE QUEDÓ EN SANTA ROSA

A principios del siglo XVIII llegó a la iglesia del pueblo Santa Rosa de Los Cerritos, cerca de Barquisimeto, un sacerdote de nombre Sebastián Bernal, con la misión de seguir el proceso de evangelización.

En 1736 el sacerdote Bernal encargó a un reconocido escultor español una réplica de la Virgen Inmaculada Concepción para la iglesia de Santa Rosa.

El vicario de la iglesia Concepción de Barquisimeto, a su vez, había encargado al mismo escultor hacer una imagen de la Divina Pastora para este templo, catedral de la ciudad en aquella época.

El escultor se equivocó y envió la imagen de la Inmaculada Concepción a la iglesia de Barquisimeto y la imagen de la Divina Pastora a la iglesia del pueblo Santa Rosa de Los Cerritos, ubicado en las afueras de la ciudad.

Al percatarse del error, el sacerdote Bernal ordenó que la imagen de la Divina Pastora fuese llevada a Barquisimeto. No obstante, cuando los indígenas encargados de llevar la virgen intentaron levantar el cajón en el que se encontraba la imagen de la Divina Pastora, cuenta la tradición que la estructura de madera pesaba en extremo, al punto que indígenas y españoles no pudieron alzarla del piso.

El sorprendido padre Bernal comunicó la noticia al vicario de Barquisimeto. Éste ordenó que la imagen de la Divina Pastora permaneciera en Santa Rosa al interpretar este acto como la voluntad de la virgen de permanecer en ese pueblo.

DEL TERREMOTO A LA EPIDEMIA DE CÓLERA 

El terremoto de Barquisimeto, del 26 de marzo de 1812, es uno de los acontecimientos que contribuyó al crecimiento del culto a la Divina Pastora. Este fenómeno natural destruyó parcialmente el pueblo de Santa Rosa, incluida la iglesia.

Sólo el nicho en el que permanecía la imagen de la virgen quedó milagrosamente intacto, lo que contribuyó a reforzar la creencia de que la virgen deseaba quedarse en Santa Rosa para cuidar y proteger a sus pobladores.

El otro suceso histórico trascendental que catapultó el culto de la Divina Pastora ocurrió en 1856, cuando una epidemia de cólera azotó a Barquisimeto, como sucedía en otras zonas de Venezuela y de otros países de América Latina en aquella época.

Los habitantes y las autoridades de aquel tiempo, desesperados, trajeron en procesión a la Divina Pastora de Santa Rosa a Barquisimeto, como una súplica a Dios para que terminara la epidemia.

El sacerdote e historiador Nectario María señala en sus libros sobre la tradición religiosa que el párroco de la iglesia Claret de Barquisimeto, el presbítero Macario Yépez, imploró a la Divina Pastora que acabara con este sufrimiento del pueblo.

Yépez pidió convertirse en la última persona en morir de cólera en la ciudad. La promesa se cumplió. El padre Macario Yépez murió de cólera días más tarde y desde entonces la epidemia desapareció de la ciudad. La desaparición del cólera se le adjudicó a un milagro de la Divina Pastora.

Desde entonces, cada 14 de enero la pastora sale en procesión sobre los hombros del pueblo desde la iglesia de Santa Rosa hasta la catedral de Barquisimeto.

Con cada nueva procesión aumenta la devoción por esta inmaculada imagen religiosa de sombrero, bastón, ovejas alrededor de su trono y que carga en su regazo a un pequeño que representa al Niño Jesús.

MANIFESTACIONES DEL PUEBLO

En esta procesión se observan mujeres y niñas vestidas de pastorcitas. También algunos hombres y niños trajeados de nazarenos.

Hay otros que caminan descalzos y los que recorren de rodillas un tramo de la procesión. De esta manera pagan favores solicitados a la virgen, la mayoría peticiones de salud.

Se encuentran, además, los feligreses que acostumbran a esperar a la santa patrona a todo lo largo y ancho de las avenidas Lara, Morán y Venezuela de Barquisimeto, vías por las cuales transita la concurrida peregrinación.

Asimismo se congregan grupos de apoyo, instituciones públicas y privadas e iniciativas individuales de personas que reparten frutas, algunos alimentos y agua para ofrecer a los peregrinos.

Esas son otras formas de homenajear y agradecer a la virgen, de aquellos que atesoran testimonios de favores y milagros concedidos.




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