Aunque anunció pocos días antes de su aplicación que con la reconversión monetaria se eliminarían  cinco ceros a las cifras y no tres como se había pautado previamente, muchos de los billetes de este nuevo cono monetario tienen fecha de impresión  enero de 2018, lo cual implica que esa jugada la tenía reservada el gobierno para seguir manejando la economía de forma oscura, arbitraria y muy alejada de las reglas económicas y del mercado.

Una estrategia develada a última hora porque saben que devaluará aún más el bolívar que nunca fue fuerte y menos soberano, porque primeramente el único soberano es Dios y no el bolívar, mucho menos con esta nueva reconversión por cuanto se encuentra anclada al petro, otra moneda inexistente en el ámbito financiero internacional y cuyo nombre se relaciona con la magia negra, la brujería, la hechicería, las herejías, el oscurantismo y demás prácticas satánicas deploradas en la Santa Biblia, porque  hacen  honor al maligno, el cual es el abanderado del mal, la parálisis espiritual, el sacrificio de niños y animales, la muerte eterna y la  destrucción de las almas.

Esa reconversión monetaria concretada el 20 de agosto de 2018 es una trampa bien montada para asfixiar más al sector privado y lograr su desaparición, por cuanto vino acompañada del incremento salarial abrupto y sin consultar a ninguno de los sectores involucrados del 6 millones por ciento, por cuanto de 3 millones de bolívares fuertes ó 30 bolívares del nuevo cono monetario,  el salario mínimo nominal se ubicó desde este primero de septiembre en 1.800 bolívares, es decir 180 millones bolívares fuertes más el monto de la cesta ticket que se ubicó en 18 millones de bolívares fuertes ó 180 bolívares de los nuevos.

Esto significa un duro golpe al flujo de caja del sector empresarial, ya tan golpeado por los férreos controles del gobierno a sus ventas y por la imposibilidad de mantener un inventario de los productos que ofrecen, por cuanto si lo tienen son considerados acaparadores y, por ende, su destino es la cárcel o el cierre de su establecimiento comercial.

Aunado a todo se encuentra la crisis eléctrica, la cual mantiene en vilo y ascuas a los propietarios y responsables de los distintos establecimientos comerciales ubicados en los diferentes estados donde los cortes y apagones eléctricos conforman un calvario diario, especialmente en el Zulia, provincia convertida hoy en un barrio grande ante la falta de los servicios públicos indispensables para lograr el desarrollo y una alta calidad de vida.

Como cualquier dictador, el presidente advierte  que ese nuevo salario mensual lo calcularon para favorecer a la población, no obstante, se le “olvidó ” que la mejor manera de garantizarle a un trabajador su empleo es incentivando la producción y la inversión privada, la cual precisamente no se motiva a seguir o establecer sus negocios en el país con un gobierno que no les garantiza su estabilidad económica ni les respeta como personas naturales o jurídicas, por cuanto las medidas económicas que dicta siempre se hacen de espaldas a las necesidades y demandas empresariales y no acorde con la crisis económica de la nación.

Ese aumento excesivo del salario mínimo, más las cargas impositivas que deberán cancelar en la posteridad, aunado al incremento de la gasolina son medidas nada favorables para la inversión. Más bien, favorecen a la desinversión y al cierre de muchas empresas, lo cual es precisamente la visión  del gobierno para evitar hacer ruido externo e interno con las expropiaciones y confiscaciones. Simplemente ayuda a quebrar las empresas privadas con esas medidas y su gobierno no será sometido al juicio público por expropiador y confiscador de la propiedad privada, la cual no comulga con ningún régimen comunista.

Por eso, desde hace rato estorba a la gestión de Nicolás Maduro y se tenía que buscar una técnica muy discreta y disimulada para eliminarla, en aras de que su gestión no sufra los costos políticos de su aplicación.  Con esas medidas matan dos pájaros de un mismo tiro y los revolucionarios se enrumban con mayor vehemencia hacia la consolidación del modelo castro comunista en Venezuela.

Otro de los trasfondos de esas medidas anunciadas por el presidente de la República es crear más dependencia de los ciudadanos hacia el Estado y su gobierno y obligar a todos los venezolanos a sacarse el carnet de la patria, en aras de poder controlar totalmente a la masa poblacional que permanece en el país, con el objeto de manipularlos y convertirlos en unos corderos mansos y estoicos, incapaces de contrariar cualquier decisión dictada desde su despacho. Advertir que para poder surtir el carro de gasolina se debe poseer el carnet de la patria es un chantaje vil que únicamente los gobernantes totalitarios usan para presionar y hacer hostil la vida de los ciudadanos que no le siguen y están en desacuerdo con sus políticas pro comunistas.

Los 1800 bolívares del nuevo cono monetario no coadyuvaran a elevar el poder adquisitivo de la gente, porque ese dinero no tiene respaldo en una moneda fuerte como el dólar o el euro. E igualmente, porque en Venezuela la producción del aparato productivo se encuentra paralizada y no hay forma de que arranque porque los representantes del gobierno nacional no les interesa que el empresariado venezolano salga del estancamiento en el cual los han sometido las medidas estatistas del gobierno dictadas durante los 21 años de mandato, sino beneficiar económicamente a un pequeño grupo de sus militantes que tienen el negocio de importar la comida de poca calidad con dólares preferenciales y venderla a los consumidores a precio de dólar negro.

Imponer ese salario busca que el pequeño y mediano empresario se apoye en los subsidios del gobierno, con el propósito de hacerlos dependientes de sus recursos. Con esa estrategia los convierten en sus aliados y serviles, porque de lo contrario tendrán que bajar las santamarías de sus negocios y buscar nuevos horizontes.

Lo cierto es que el panorama económico luce ahora más imposibilitado de encaminar la economía hacia la prosperidad y de lograr que Venezuela vuelva a convertirse en el país con la economía más pujante de Latinoamérica. En los medios de producción comunista se enriquece solo quienes están en la élite política. A los demás les toca sufrir las penurias de no poder adquirir los distintos productos mostrados   en las estanterías de los diferentes comercios por los altos precios o al igual que los cubanos convertirse en unos pedigüeños de harina de maíz y de trigo, arroz, pasta, cereales, proteínas, crema dental, jabón de tocador, jabón para lavar, champú y demás productos alimenticios y de higiene personal imposibles de comprar con ese sueldo que en tres meses será insuficiente frente a la estanflación presente en la economía nacional.

En sí, la reconversión monetaria le quitó cinco ceros a la moneda venezolana actual. Cinco ceros que le sumaron a todos los precios de los alimentos, medicinas, productos de higiene personal y cualquier implemento que se necesite en el hogar para su normal funcionamiento. E igualmente, fue la estrategia más idónea del gobierno para implantar un paquete económico “rojo” más voraz que los impuestos por el Fondo Monetario Internacional cuando daban los créditos al país. Son tan duras esas medidas que ni siguiera sus costos sociales son cubiertos por el dinero proveniente de los distintos bonos otorgados por el gobierno a un sector de la población para paliar esta crisis tan severa gestada, fecundada y profundizada por quienes gobiernan desde hace más de dos décadas.

 

 

 

 

 

 




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