La respuesta a esta pregunta que hoy nos hacemos no es difícil: es el mismo régimen su principal, su mayor, su más grande enemigo, ¿Por qué? Pues porque en nuestra historia no ha habido ninguno peor. Este, que después de 18 años ha transformado al país próspero que en 1998 encontró Chávez, lo ha sembrado de odio, de miseria, de ruina, de escasez, de inseguridad y de violencia, y asimismo el que ha aventado de su suelo natal a quienes buscan trabajo y no encuentran, a quienes anhelan progreso y no lo avizoran, a quienes desean seguridad personal y solo encuentran un hampa desatada que cada día aumenta porque no encuentra como ganar el pan honradamente.
“El cariño ni se compra ni se vende” dice un viejo adagio popular, ¿cómo se puede amar a un régimen que se fundamenta en el resentimiento, en el rencor y en el desprecio a quien discrepe de su manera de pensar y actuar?  El 6 de diciembre de 2015, el pueblo dio con las puertas en la cara al régimen y éste mismo sabe que entre ese 87% de votantes en su contra, buena parte de esta abrumadora mayoría la integraban quienes antes creyeron en sus demagógicas consignas cargadas de mentiras que solo aspiran que sus bolsillos se llenen cuanto antes de dinero malhabido que ha conducido a vaciar aquella llena “alcancía” que el dinero del petróleo contribuía a hacer de Venezuela el país más próspero de América Latina y por ende el lugar deseado por todos los que querían hacer de ella su segunda patria.
No era necesario importar los alimentos esenciales, hoy si, pero tampoco hay divisas con que hacerlo porque ese dinero va directo a los jerarcas del régimen.  Ello ha contribuido a que el pueblo dude de su honestidad, de su capacidad para administrar los bienes públicos que son de todos los venezolanos, porque es público y notorio que grandes sumas tienen como destino los llamados “paraísos fiscales”, para eso existen “testaferros” prestos a venderse y ponerse a las órdenes de estos traidores a la patria.
¿De qué otra manera pueden llamarse a aquellos a quienes les importa que no hayan medicamentos con que salvar la vida a quienes mueren porque no hay con qué importarlos?  ¿De que otra manera puede llamarse a quienes les importa que la ayer próspera y eficaz PDVSA esté a punto de detener su producción? Sable y fusil en mano dispuestos están para impedir que el pueblo salga a la calle en airada protesta para poner fin a tantos desmanes, pero que sepan los jerarcas del régimen que también hay militares que tienen hijos, que tienen padres y hermanos que son victimas de este desastre económico y moral que cada día hunde más a este pueblo noble que cansado está de padecer tantos sufrimientos, que ya no encuentra caminos por donde salir sin ser victimas de una desorbitada delincuencia que se siente dueña de todo el derecho que pertenece a los que han hecho esfuerzos por hacer de Venezuela la patria que soñaron nuestros héroes.
Con “cartones” de la patria no saciarán el hambre que hoy padecen los venezolanos, con “Polos patrióticos”, no detendrán a quienes cada día atracan a los pobres que reciben su escaso salario, en fin, con largas “cadenas” tampoco, plenas de insulsos mensajes en los que cada día creemos menos: “Hechos no palabras” dice otro viejo y realista adagio.  Aquí se “inCuba” otra tiranía, otra más de las que surgieron de la llamada “guerra larga” o “guerra de la Federación”.  El régimen cada vez gana menos adeptos porque él es el primer enemigo que el mismo tiene, por su antipatriótico y “mal compartimiento” como decían nuestros abuelos. Ojalá lo comprenda y piense más en el pueblo que en su bolsillo.

 




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